Maldita Alejandra. Una metamorfosis con Alejandra Pizarnik

A veces leo libros que me llegan tan dentro que no soy capaz de hablar de ellos. Es como que su lectura se convierte en algo tan íntimo para mí que no me apetece compartir mis impresiones en detalle con nadie.
 
Esto me pasó con ‘Maldita Alejandra'. En su día deje claro cuantísimo me había gustado, porque necesitaba gritar al mundo que me parecía un libro importante (aparte de precioso), pero hasta ahí. Ahora, meses después, por fin me apetece hablar de él y en el fondo, es mi pequeño agradecimiento a lo que este libro me hizo sentir.
 
Ana Müshell se abre en canal en este libro para hablarnos de una experiencia propia a la que tuvo que enfrentarse. Una crisis vital que la mantuvo con miedo a salir de casa, recluida en sí misma, alejada de todo durante un tiempo. Un proceso solitario, como suelen ser los problemas de salud mental, aun cuando estás rodeado de gente que te quiere (familia, amigos, pareja…). En momentos así, oscuros y que se sienten sin salida, también solemos sorprendernos por encontrar apoyo en personas, experiencias, cosas… inesperadas. En el caso de Ana, llegó Alejandra Pizarnik, “en forma de fantasma” a vivir con ella este periodo. Así, sumergiéndose en la vida y obra de la poeta argentina, estuvo acompañada, apoyada y comprendida en su dolor. de alguna manera, la recuperación que hace Pizarnik forma parte de su terapia y su proceso de sanación, entre otras muchas cosas (como la terapia real, las salidas con las amigas, proyectos… y todo esto paso a paso, con prueba y error).
 
Así, a pesar de estar leyendo una experiencia muy dura, este libro fue en cierta manera un abrazo para mí. Una forma de ponerse en los ojos de quien sufre, y cuando estás ahí de recordatorio de que lo estás haciendo, quizá no perfecto, pero si lo mejor que puedes.
 
Un testimonio ilustrado donde Ana Müshell lo ha dado todo. Una belleza a nivel gráfico (empapelaría mi casa con estos dibujos) y un texto relevante. Me encanta pensar que cada vez estamos un paso más cerca de que hablar de salud mental no sea un tabú para nadie, que no haya que sentir vergüenza o fingir cuando no se está bien… de que todos tengamos más recursos para pedir ayuda y para darla, sin perder de vista que ahora, parte de la lucha debe estar en conseguir que la ayuda profesional no sea un privilegio que la mayoría no podemos pagar.
 
A pesar de la oscuridad que rodea la vida de la autora en el momento que plasma el libro, es también inspirador y luminoso.
 
Por cierto, imposible leer y solo salir corriendo a la librería más cercana para comprarte los poemarios, textos en prosa, diarios y cartas de Pizarnik, y también, por si te sabe a poco, todas las biografías que caigan en tus manos. Yo aviso.

Despertar y sufrir por ello. No poder salir a la calle. Obsesionarse con una puerta, una ventana, con la llave del gas. Vivir entre el miedo. Olvidar cómo era tu vida antes, qué sentías, cómo se lidiaba con la felicidad. Ansiedad, miedo, depresión. Por muchas veces que escuchemos esas palabras, no seremos capaces de entenderlas del todo. Ni de hacer que desaparezcan. Porque todo el mundo tiene miedo en algún momento. La diferencia entre unos y otros solo está en la manera de lidiar con él.
Podríamos pensar que, en estas circunstancias, rodearse de un personaje con Pizarnik no puede ser bueno. Tanta oscuridad. Tantas ganas de morir. Pero Alejandra no solo fue un referente en el mundo literario. Alejandra escondía una ganas inmensas de vivir, pero no supo hacerlo. Y eso es con lo que nos tenemos que quedar. Con la necesidad de entender que la oscuridad existe, que llega, que te engulle. Pero también que, en alguna parte, sigue habiendo luz.
Si tuviera que convivir con un fantasma, yo también elegiría a Alejandra.

Una de las cosas mas bonitas de la literatura es que sirve de refugio, de acompañamiento, nos sirve para encontrar palabras para aquello que aún no sabemos cómo nombrar.

Ana Müshell nos hace aquí partícipes de su proceso de aprender a nombrar la oscuridad, de verse en las palabras de otras, de esa literatura que te hace compañía, que te arropa cuando todo es confuso y lo único que sale es culparse a una misma y encerrarse en el dolor. Y, a partir de su propio proceso, las lectoras vivimos otro en paralelo, vemos y nombramos, entendemos y acompañamos a Ana y a Alejandra en su transformación.

En "Maldita Alejandra", Ana Müshell, a través de la compañía del fantasma de Alejandra Pizarnik, va contando su historia entrelazándola con la de la poeta. Este libro en forma de diario es la historia de una metamorfosis, del cambio de larva a polilla, de cómo el miedo paraliza y atrapa, de la necesidad del apoyo de las amigas, de la incertidumbre de toda una generación, del síndrome de la impostora. Es una mezcla perfecta entre un diario personal y un libro de divulgación sobre la figura de Pizarnik, en el que la autora cuenta su experiencia con la agorafobia, al mismo tiempo que analiza la figura de la poeta.

Las ilustraciones acompañan perfectamente a la historia, la abrazan y la dotan de vida. La larva que se convierte en una crisálida, que, finalmente, se abre a ser polilla, a que el miedo no la paralice a pesar de que a veces tenga que cerrar las alas para protegerse de nuevo.

Me ha parecido un libro precioso y muy cercano, en el que muchas nos podemos ver identificadas, y que, además, es una forma maravillosa de acercarse a la figura de Pizarnik, tanto si ya la conocías, como si es la primera vez que te acercas a ella. Leer este libro ha sido como recibir el abrazo de una amiga 💜 Mil gracias a Ana Müshell por compartir esto con nosotras y por traernos a Alejandra para que nos haga compañía.

Este libro ha sido toda una sorpresa y una revelación. Una pequeña obra de arte, muy íntima y personal en la que Ana Mushell comparte un trocito de su vida, una etapa en la que, sin poder evitarlo, se vio rodeada de oscuridad. A modo de diario va contando cómo se sentía en sus días más sombríos, en medio de la angustia y la ansiedad, y cómo encontró refugio y abrigo en la literatura. Fueron las palabras de Alejandra Pizarnik las que la acompañaron en su transformación, en esa metamorfosis de larva a polilla, dando voz a sus propios sentimientos y emociones, llevándola de la mano en el duro proceso. Y es por eso que Alejandra es parte también de la historia de Ana, una pieza fundamental, siempre presente. Las vidas y experiencias de las dos mujeres se unen y separan constantemente, conversan, interactúan, mezclando partes biográficas de la poeta con espejismos al límite de la realidad.

Las ilustraciones forman parte de ese todo, son un elemento más, totalmente integradas. No solo complementan al texto, lo refuerzan y aportan otra perspectiva y visión para hacer aún más completo el relato. Creo que transmiten a la perfección cada sentimiento y sensación, además de ser otra de las claves en el proceso de recuperación de la autora. Porque, a pesar de la oscuridad y desasosiego, de la tristeza y desesperación en las palabras de Pizarnik, Ana es capaz de encontrar un poco de luz. Son varios los factores que la ayudan a salir poco a poco del pozo, a transformarse, a comprender, a conocerse.

No quiero contar mucho más porque creo que es mejor que descubráis esta peculiar historia por vosotros mismos. Si habéis leído a Alejandra Pizarnik y os gustaría saber más de ella y de su vida tenéis que leerlo, si aún no la conocéis también, y si buscáis algo diferente, personal y con un mensaje potente y necesario este es el libro. Me ha gustado mucho.

Voy a partir de una premisa sencilla que actúe como base sólida desde la que escribir sobre esta lectura para, añadir después, aquellos andamios argumentales desde los que decir abiertamente aquello que no me convence tanto.

La premisa es que este libro es un tesoro, está hecho con cariño, con la artesanía del detalle que revela y acompaña a las palabras que no pueden expresarlo todo. Pero no os voy a engañar: lo compré porque se habla de Alejandra Pizarnik, hasta el punto de que ni busqué más información sobre quién lo firmaba ni de qué otros aspectos podría encontrar en él. de ahí que, mientras lo estaba leyendo, encontrara cierta resistencia a lo que en él se me estaba mostrando.

Maldita Alejandra es el diario que la ilustradora Ana Müshell creó en un momento de miedo absoluto e incapacidad para seguir adelante. Müshell encontró en las lecturas de Pizarnik una compañía corpórea, un aliento compartido en la oscuridad de los terrores cotidianos.

La resistencia viene porque realmente desconocía la historia de su creadora y aunque no me cuesta empatizar con aquello que nos cuenta, esto le restaba intensidad a lo que yo había ido a buscar: la historia de la poeta que cambió mi manera de entender la literatura.

Tengo que decir que me gustan las obras intimistas, tiendo a valorar el hecho de hacer literatura sobre los cimientos (o las ruinas) de personas que no conocemos; pero en esta habitación en penumbra solo quería tomar café y fumar un cigarrillo con Alejandra.

Considerando todo lo dicho anteriormente, creo que Ana ha sido muy generosa al abrirnos las puertas de su corazón y de su arte, aunque haya sido utilizando oportunamente las sombras de la escritora argentina para iluminarnos con el preciosismo de sus ilustraciones.

Si conocéis a alguien que le guste Pizarnik, os aseguro que esta novela gráfica es un regalo maravilloso.

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