Maldita Alejandra. Una metamorfosis con Alejandra Pizarnik

Despertar y sufrir por ello. No poder salir a la calle. Obsesionarse con una puerta, una ventana, con la llave del gas. Vivir entre el miedo. Olvidar cómo era tu vida antes, qué sentías, cómo se lidiaba con la felicidad. Ansiedad, miedo, depresión. Por muchas veces que escuchemos esas palabras, no seremos capaces de entenderlas del todo. Ni de hacer que desaparezcan. Porque todo el mundo tiene miedo en algún momento. La diferencia entre unos y otros solo está en la manera de lidiar con él.
Podríamos pensar que, en estas circunstancias, rodearse de un personaje con Pizarnik no puede ser bueno. Tanta oscuridad. Tantas ganas de morir. Pero Alejandra no solo fue un referente en el mundo literario. Alejandra escondía una ganas inmensas de vivir, pero no supo hacerlo. Y eso es con lo que nos tenemos que quedar. Con la necesidad de entender que la oscuridad existe, que llega, que te engulle. Pero también que, en alguna parte, sigue habiendo luz.
Si tuviera que convivir con un fantasma, yo también elegiría a Alejandra.