Conozco a mucha gente que leyó “
Los elementales” y alababan el libro. Creí que quizás exageraban y que era solo el momento, pero me equivoqué: ahora pude comprender por qué se habló y se habla tanto de McDowell ¿Podía esperar menos del guionista de The Nightmare Before Christmas?
Alabama. Sur de Estados Unidos. El libro empieza con el funeral de Marian Savage, mujer poderosa y matriarca de la familia. La ceremonia es íntima y solo están sus hijos –Dauphine y Mary-Scott–, su nuera, la familia de esta (los McCray) y Odessa, una mujer negra que le sirve a los Savage. Lo que sucede en el funeral –y a medida que la narración va perfilando a los personajes– ya indica que la historia es extraña y se roza presumiblemente con lo morboso. Y lo bien que le queda… Las dos familias deciden irse a Beldame, en el golfo, donde hay tres casas. Una es de los Savage, la otra de los McCray y la tercera está deshabitada pero invadida de arena. Bu.
McDowell hace un juego fenomenal con el libro. Cuando empecé a leer creí que el protagonista absoluto iba a ser Dauphine, casi por descarte, pero de a poco la narración se fue enfocando en India, la hija de 13 años de Luker McCray. Atípica, al igual que la relación con su padre, prejuiciosa y de un carácter tremendo, la adolescente es la que va revelando esa tercera casa misteriosa mientras el clima de Beldame agobia a sus conocidos. Personaje fuerte a destacar: Odessa, quien en el 80 aún debe soportar ciertas discriminaciones mientras guarda lealtad a la familia y combate sus propios demonios.
Las descripciones del libro son las justas y necesarias. A mi parecer, no se pasan de gráficas, pero son lo suficientemente buenas para grabarse en la memoria y producir escalofríos. En el género de terror siempre se apela a lo que se ve y a lo que no, al estado mental de las personas y a la temeridad. Por eso creo que
Los elementales asusta solo si se está con predisposición para que lo logre. Las imágenes siniestras caen de a poco, a cuentagotas, y hay que unirlas. Mi única crítica al libro viene por ese lado: hacia el final no se establecen conexiones certeras entre todas las situaciones extrañas que se habían planteado. Las relacioné aplicando mis interpretaciones, pero pienso que le falta una buena explicación.
Me quejo de nada porque amé “
Los elementales”. Así de simple. Lo disfruté muchísimo a pesar de todos los sustos que me dio y las imágenes que deseé sacar de mi cabeza: el calor agobiante de Alabama –esas descripciones coincidieron maravillosamente con la ola de calor en Buenos Aires–, las figuras en las ventanas, los rituales de la muerte, las monstruosas madres Savage, etc. McDowell es, sin dudas, un escritor que merece seguir siendo traducido.
Muchas gracias a la editorial por el ejemplar.