Vamos a hacerlo por nosotros. Solo somos tú y yo ahí fuera.
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Vamos a hacerlo por nosotros. Solo somos tú y yo ahí fuera.
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Ambos sabíamos como las cosas podían cambiar en un instante. Por eso nuestra promesa no hablaba del mañana, sino del día a día. Porque siempre estaba hecho de incontables ahora. Y tan solo un segundo podía contener un infinito.
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Lucha. Lucha por lo que quieres, en cada cosa que haces y hasta el límite de tus fuerzas, para que cuando todo se desvanezca solo queden sonrisas de satisfacción y no remordimientos.
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Durante los últimos meses había aprendido que la felicidad radicaba en uno mismo, en la forma en la que te enfrentabas al mundo. Las circunstancias influían, en especial si eran adversas y dolorosas, pero en tu mano estaba dejarte cegar por lo malo o abrir los ojos y buscar lo bueno.
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El corazón era caprichoso. No entendía de cuándo, de quién, ni de dónde.
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Durante los últimos meses había aprendido que la felicidad radicaba en uno mismo, en la forma en la que te enfrentabas al mundo. Las circunstancias influían, en especial si eran adversas y dolorosas, pero en tu mano estaba dejarte cegar por lo malo o abrir los ojos y buscar lo bueno.
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La euforia burbujeó en mi interior y tuve que reír. Lo hice como no lo había hecho en mucho tiempo, desde el alma, desde lo más profundo del corazón, desde las horas perdidas y los sueños rotos que hallaban de nuevo esperanza; desde el dolor que desgarraba, desde la felicidad que creía olvidada. Reí hasta quedar sin aliento. Reí hasta que las lágrimas velaron mis ojos y mi pecho se llenó con un grito liberador que rompió las cadenas que me tenían preso.
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No iba a pensar en el pasado, tampoco en el futuro. Solo iba a alargar la mano y aferrarme al presente.
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Durante esos minutos que pasé perdido en el tiempo, en su tacto, en el latido de su corazón, no hice otra cosa que pensar en que llevaba semanas luchando por mantener a raya mis sentimientos. Y en que, por muy estúpido que fuera, ya no tenía fuerzas para seguir haciéndolo. Entendí que por mucho miedo que nos diera, y me daba auténtico terror, arriesgar el corazón era lo que nos daba vida. Y esta no esperaba a nadie, seguía su camino, de nosotros dependía saber aferrarnos a las oportunidades que nos brindaba, para que así, en la última estación, no tuviéramos que preguntarnos 《y si...?》.
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El estruendo de nuestras carcajadas resonó por todo el local e hizo que la gente nos mirase como si nos hubiéramos vuelto locos, pero nos daba igual. Estábamos medio echados sobre la mesa, con las lágrimas saltadas de tanto reír. Y yo deseé poder congelar ese momento, justo ese preciso instante, porque era perfecto. Me había hecho recordar lo que era ser yo. |
Manolito ...