Tan solo un segundo de Virginia S. McKenzie
La euforia burbujeó en mi interior y tuve que reír. Lo hice como no lo había hecho en mucho tiempo, desde el alma, desde lo más profundo del corazón, desde las horas perdidas y los sueños rotos que hallaban de nuevo esperanza; desde el dolor que desgarraba, desde la felicidad que creía olvidada. Reí hasta quedar sin aliento. Reí hasta que las lágrimas velaron mis ojos y mi pecho se llenó con un grito liberador que rompió las cadenas que me tenían preso.
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