Tan solo un segundo de Virginia S. McKenzie
El estruendo de nuestras carcajadas resonó por todo el local e hizo que la gente nos mirase como si nos hubiéramos vuelto locos, pero nos daba igual. Estábamos medio echados sobre la mesa, con las lágrimas saltadas de tanto reír. Y yo deseé poder congelar ese momento, justo ese preciso instante, porque era perfecto. Me había hecho recordar lo que era ser yo. |