Ansiaba bersarla, perderme en las sensaciones que solo ella era capaz de despertar en mí, como si su boca, su lengua, su calor, contuvieran todos los secretos del mundo, la clave para acariciar mi alma, para abrazar mi corazón e insuflarme vida.
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Ansiaba bersarla, perderme en las sensaciones que solo ella era capaz de despertar en mí, como si su boca, su lengua, su calor, contuvieran todos los secretos del mundo, la clave para acariciar mi alma, para abrazar mi corazón e insuflarme vida.
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Los secretos... en ocasiones eran necesarios, mientras que otras veces mataban las cosas antes de que tuvieran la oportunidad de crecer.
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Pocas cosas son realmente imposibles. La mayoría de las veces esa no es más que la excusa perfecta tras la que escudarnos. La forma en la que justificamos ante nosotros mismos, y ante los demás, el no habernos atrevido a perseguir nuestros sueños.
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Durante los últimos meses había aprendido que la felicidad radicaba en uno mismo, en la forma en la que te enfrentabas al mundo. Las circunstancias influían, en especial si eran adversas y dolorosas, pero en tu mano estaba dejarte cegar por lo malo o abrir los ojos y buscar lo bueno.
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Entendí que por mucho miedo que nos diera, y me daba auténtico terror, arriesgar el corazón era lo que nos daba vida. Y esta no esperaba a nadie, seguía su camino, de nosotros dependía saber aferrarnos a las oportunidades que nos brindaba, para que así, en la última estación, no tuviéramos que preguntarnos «¿y si...?».
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Lucha. Lucha por lo que quieres, en cada cosa que haces y hasta el límite de tus fuerzas, para que cuando todo se desvanezca solo queden sonrisas de satisfacción y no remordimientos.
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La vida no es una película o un libro. A veces, en la realidad, la mejor manera de derrotar al malo no es matándolo o encerrándolo, sino siguiendo adelante, viviendo y consiguiendo ser feliz. A veces, la mejor manera de vencer es condenar a esa persona al olvido, porque si deja de importarte, ya no tiene poder alguno sobre ti.
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Ambos sabíamos cómo las cosas podían cambiar en un instante. Por eso nuestra promesa no hablaba del mañana, sino del día a día. Porque siempre estaba hecho de incontrables ahora. Y tan solo un segundo podía contener un infinito.
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Creí que el accidente me había robado mi vida, y sí, se llevó una parte de ella, una parte de mí. No obstante, quería creer que lo que había quedado se estaba haciendo cada vez más fuerte. Me había costado meses verlo, pero tenía un futuro por delante si decidía luchar por él. Existían cosas que no podría volver a hacer, si bien aún quedaban muchas otras que sí.
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Es bueno pensar en el futuro, tener sueños, objetivos, aunque no hay que perder de vista el presente. Debemos aprovechar cada día al máximo de nuestras posibilidades, porque puede que mañana ya no podamos hacerlo.
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Manolito ...