Veinte años no bastan para cambiar mentalidades ancladas en una sociedad dominada por los padres y los maridos.
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Veinte años no bastan para cambiar mentalidades ancladas en una sociedad dominada por los padres y los maridos.
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Los sueños son peligrosos, Louise. Sobre todo cuando dependen de otro.
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Mi pequeña Eugénie... Tu mayor cualidad se convertirá en tu peor defecto: eres libre.
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Los hombres son demasiado serios, no saben divertirse. Las mujeres, en cambio, saben ser serias, pero también reir.
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Eugénie estaba resignada y había empezado a dejarse llevar por la apatía, que amenazaba con arrastrarla lejos; porque la esperanza no es un recurso inagotable y, antes o después, necesita basarse en algo.
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La indignación es un sentimiento avasallador, y no conviene malgastarlo.
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La incomodidad sucede a la confesión. Nunca sabemos realmente si hemos hecho bien al revelar nuestras verdades. El alivio que produce el momento de sinceridad se transforma con rapidez en pesar. Nos arrepentimos de habernos abierto. De habernos dejado llevar por la necesidad de contarlo. De haber depositado nuestra confianza en el otro. Y ese pesar nos lleva a prometernos que no lo volveremos a hacer.
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Nota que ella se resiste, pero sigue besándola, porque la insistencia hace que los demás cedan.
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A las mentes orgullosas no les gusta que las contradigan, y menos una mujer. A esos hombres sólo les interesan las mujeres cuyo físico los atrae. De las otras, las que pueden poner en entredicho su virilidad, se burlan o, mejor aún, se deshacen.
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Los años que había pasado en la Salpêtrière le habían enseñado que los rumores causaban más estragos que los hechos, que una enferma mental, incluso después de haberse curado, seguía siendo una enferma mental a los ojos de los demás, y que ninguna verdad podía limpiar un nombre manchado por la mentira.
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¿Cuál de los siguientes libros fue escrito por Gustave Flaubert?