Carcoma

"Porque si te desmoronas y gritas y maldices y hablas mal y se te cuelan las jotas donde debería haber eses y te comes sílabas que no tenías que comerte nadie te toma en serio. Ye tienen pena, dicen ay qué desgracia esa madre pero no te toman en serio."

No sé por qué vemos lo que vemos, dijo, ni por qué unas veces las sombras son apenas un resuello en una esquina y otras alimañas rabiosas, por qué unas veces son solo un escalofrío y otras se nos meten en las tripas.

[…] pero yo la mentira también puedo verla, es como una mancha amarilla en el fondo de los ojos.

Cuando una está sola y es pobre no puede permitirse aprender la misma lección dos veces […].

Solo conservó el armario, los susurros que salían de su interior la hacían sentir acompañada.

Duérmete, vida mía, duerme sin pena, que a los pies de la cuna tu madre vela. Duérmete niño de cuña, duérmete niño de amor, que a los pies tienes la luna y a la cabecera el sol.

Las palizas empezaron enseguida.

Felisa no creyó a mi padre pero quiso creerlo, y al final esas dos cosas se parecen mucho.

A los señores también los odiaba, aunque de otra manera. No porque le recordasen lo que era, sino porque le hacían pensar en lo que nunca sería.

[…] sabía que le pedía a Santa Bárbara decapitada por su padre en la cima de la montaña a Santa Cecilia bañada en agua hirviendo a Santa María Goretti asesinads mientras intentaban violarla a todas las santitas muertas a manos de hombres rabiosos.