Aprendiz de príncipe

Solo eres la persona más despistada que he conocido en la vida.

—Igual es un buen momento para decir que no me gustan las mujeres —comenté con una sonrisa de disculpa, pero si tenía que aguantar una sola presentación más de una dama de la nobleza, iba a tirarme por la ventana del estudio.

Nunca. Jamás. En la vida. Me habría imaginado que estaría en el interior de un arbusto detrás del príncipe heredero y que me estaría divirtiendo tantísimo con él.
Hayden había cambiado todo mi mundo y me atrevería a decir que incluso me había cambiado un poco también a mí.

Tenía tanto derecho como yo a dormir, aunque, si quisiera, podría dormir conmigo.

Finge hasta que lo consigas.

No va a suceder porque llevo mi tableta y, si me pongo a dibujar, soy capaz de sobrevivir a cualquier cosa.

Mi tiempo libre era prácticamente inexistente, y estaba muy agobiado, pero todo mi malestar se esfumaba cuando tenía un momento a solas con Dante. Cuando dejaba un poco de ser mi guardaespaldas para convertirse en un amigo. Un amigo que me hacía sentir cosas que no debería, pero un amigo a fin de cuentas.

Deseaba descubrir lo que le pasaba por la cabeza. Deseaba descubrirlo todo de él.

—Tu existencia es una exclusiva por la que cualquier periodista vendería a su madre.

Nos espera toda una vida juntos. No creo que nadie vaya a conocerme tan bien como lo harías tú. Ni al revés. No necesito muros entre nosotros. Tenemos que poder confiar el uno en el otro.