Las sombras parpadeantes le afilaban el rostro, aunque yo le habría reconocido sumido en las penumbras o disfrazado, me dije, e incluso si se hubiera apoderado de mí la locura.
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Las sombras parpadeantes le afilaban el rostro, aunque yo le habría reconocido sumido en las penumbras o disfrazado, me dije, e incluso si se hubiera apoderado de mí la locura.
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Me bastaba un simple roce o el olor para identificarle; y si me quedara ciego, podría reconocerle por el modo en que respiraba o en que pisaba el suelo. Le reconocería en el fin del mundo, incluso en la muerte.
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—Aquí tu rostro es más ancho que antes. —Alcé mi propia mano para palpar esa diferencia, pero a mí se me antojó como siempre: hueso y piel. Aquiles me cogió la mano y me la llevó hasta la clavícula—. Y también has aumentado de tamaño aquí… y aquí —continuó, tocando suavemente con el dedo el bulto que me sobresalía de la garganta. Tragué saliva cuando sentí la yema ponerse en movimiento una vez más sobre la piel. |
Él indicó el atisbo de pelo fino y oscuro que me recorría el pecho y el estómago. Me empezaron a arder los carrillos cuando detuvo el dedo.
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No me quitaba de encima aquellos ojos suyos, verdes con toques dorados. Se alzó en mi interior una certeza que terminó alojándose en la garganta: Jamás voy a dejarlo. Será así siempre, hasta que él lo quiera.
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El principe decía lo que pensaba y se sorprendía cuando tú no lo hacías. Algunas personas habrían tomado esta actitud como una muestra de simplicidad, pero ¿no es una muestra de genialidad buscar un atajo al corazón?
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Es correcto buscar la paz para los muertos
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Sentiré el roce de sus cenizas cuando caigan sobre las mías?
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—No deja de ser curioso. Siempre he dicho que Héctor nunca había hecho nada que me ofendiera, pero ahora él no puede decir lo mismo de mí.
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—Sí, pero no es culpa suya. Me olvidé decir que le quiero como compañero.
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¿Qué criaturas mágicas podemos encontrar en Gringotts, el banco de magos?