Se alzó en mi interior una certeza que terminó alojándose en mi garganta: "Jamás voy a dejarle." Será así siempre, hasta que él me abandone.
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Se alzó en mi interior una certeza que terminó alojándose en mi garganta: "Jamás voy a dejarle." Será así siempre, hasta que él me abandone.
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Siempre tienes revuelto el pelo aquí. —Me tocó la cabeza justo detrás de la oreja—. Creo que nunca te he dicho lo mucho que eso me gusta.
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Tampoco él sabía enfadarse conmigo. Éramos como un bosque mojado en el que no prendía el fuego.
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Mis temores olvidados en el dulce puerto de sus brazos.
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Sonrió como si me hubiera escuchado el pensamiento y su rostro resplandeció como el sol.
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Su hermosura refulgía en el enorme salón como una llama, vívida y deslumbrante, y atraía mi mirada en contra de mi voluntad.
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Nuestros ojos se encontraron durante unos instantes y yo me estremecí de los pies a la cabeza.
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El pecho me aleteaba un sentimiento al que no era capaz de poner nombre, en el mismo se entremezclaban a un tiempo fuga, peligro y esperanza.
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Él descansó su palma sobre la mía. Intenté no sobresaltarme. Tenía la piel suave, aunque un tanto pegajosa a causa de la cena. Encontré muy cálidas las yemas de los dedos con los que acarició los míos.
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—Nada podemos decir nosotros, que solo somos hombres, un breve destello de una antorcha. Quienes vengan detrás nos elevarán o nos hundirán a su capricho. Patroclo va a ser de esos que van a crecer en el futuro.
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¿Qué criaturas mágicas podemos encontrar en Gringotts, el banco de magos?