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“La vida es eso, un cabo de luz que acaba en la noche” Vaya sorpresa. Donde yo esperaba encontrar una selva densa en la que ir avanzando a machetazos, me topé con un vergel lingüístico fresco, directo, deslenguado, sarcástico, divertido, aforísticamente feroz, inteligentemente elusivo, políticamente incorrecto, sí, pero con diatribas que nada tenían que ver con la idea filonazi que yo tenía del autor. “Os lo aseguro, buenas y pobres gentes, gilipollas, infelices, baqueteados por la vida, desollados, siempre empapados en sudor, os aviso, cuando a los grandes de este mundo les da por amaros, es que van a convertiros en carne de cañón… Es la señal… Infalible” Su ingenuo personaje, de una insolencia sagaz y una lascivia infinita, no deja títere con cabeza, siendo él más títere que nadie —ingenuo sí, pero no inocente—, bombardea a generales y a soldados por su locura y ceguera patriotera y sangrienta (“No hay como los generales para amar las rosas. Ya se sabe”), abomina del capitalismo alienante, de colonialismo destructor, pero, por encima de todo, abomina de la resignación de los humildes que creen merecer su sufrimiento y, más que a aquellos que los oprimen, escogen como enemigos a sus iguales. “Estos aficionados antiguos no eran sino unos maletas petulantes en el supremo arte de hacer rendir al animal vertical su mayor esfuerzo en el currelo. No sabían, aquellos primitivos, llamar «Señor» al esclavo, ni hacerle votar de vez en cuando, ni pagarle el jornal, ni, sobre todo, llevarlo a la guerra, para liberarlo de sus pasiones” Este pícaro complaciente apellidado Bardamu, y que comparte nombre con su creador, se verá arrastrado por un insoslayable y cándido impulso en pos de una búsqueda de emociones que le acompañará durante toda la novela y que servirá a Céline para llevarnos desde los horrores de la guerra a la corrupción y el espanto del colonialismo en África, de allí a la tiranía del capitalismo y a la soledad en las pobladas e individualistas sociedades americanas, de vuelta a Francia como médico en la periferia suburbial y, tras un breve tiempo como figurante, a director de un manicomio (sic). Da igual el lugar, todos son apropiados para resaltar lo despreciable que es la especie de la que somos orgullosos miembros. “Rencorosos y dóciles, violados, robados, destripados, y gilipollas siempre. ¡Como nosotros eran! ¡Ni que lo digas! ¡No cambiamos!, ni de calcetines, ni de amos, ni de opiniones, o tan tarde, que no vale la pena. Hemos nacido fieles, ¡ya es que reventamos de fidelidad! Soldados sin paga, héroes para todo el mundo, monosabios, palabras dolientes, somos los favoritos del Rey Miseria” Aunque dentro de esta nuestra especie, el organismo que concentra el más vehemente desprecio de Céline es la horda embrutecida, cateta, farolera, chapucera, mal intencionada y agresiva de los pobres. “Para el pobre existen en este mundo dos grandes formas de palmarla, por la indiferencia absoluta de sus semejantes en tiempos de paz o por la pasión homicida de los mismos, llegada la guerra” Rapaces, cobardes, capaces de todo por un poco más de parné, entretenidos con la priva, el cine, los chismes deportivos y sometidos a la “sumisión entusiasta a las necesidades naturales, de jalar y quilar”, la vida no les trata bien y ellos se vengan como pueden, sin piedad. “Después de todo, ¿por qué no había de existir un arte en la fealdad como lo hay en la belleza?” En fin, nada se puede hacer cuando no se tiene “el amor por la vida de los demás”, estos pobres infelices se irán convirtiendo en seres cada vez más feos y repugnantes, fracasos andantes que se regodean en sus “cochinos recuerdos” llenándoles el interior con más mierda, mientras el cuerpo exterior, “disfrazado de moléculas agitadas y triviales, se revela todo el tiempo contra esta farsa atroz del durar”. Solo queda la muerte, el final de la noche, “el país de la ternura eterna y el olvido instantáneo”… bueno, no solo, mientras llega es noche oscura, nos queda el placer, “ese momento en el que la materia se vuelve vida”… algo es algo. “Hay que abandonar la esperanza de dejar la pena en algún sitio por el camino” Tras todo lo dicho, alguno habrá que se pregunte por qué no esa quinta estrella. Podría ser, pero la novela, que se inicia son un ritmo frenético en la parte dedicada a la guerra, se desinfla algo en su periplo africano y americano y, aunque remonta de forma sobresaliente en los arrabales parisinos, se me volvió a caer en sus tramos finales. + Leer más |
Editorial Gallimard acaba de publicar ‘Guerra', novela hasta ahora inédita del polémico Louis-Ferdinand Céline, cuyo manuscrito estuvo casi 90 años oculto en una de las maletas abandonadas por el escritor en 1944, cuando huyó de París para escapar del encarcelamiento o de ser fusilado ante la liberación de la capital francesa.
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