—¿En qué demonios estabas pensando? —En ti. |
—¿En qué demonios estabas pensando? —En ti. |
La adolescencia engrandece las emociones y la experiencia las amarga.
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Acababa de descubrir que la huella que alguien deja en ti no es invisible, sino que tiene más vida que el vacío de a quien le pertenece.
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La vida es un puto juego de obstáculos. Y, cuando crees que lo tienes dominado, te das contra un muro y de repente estás atrapado en un agujero.
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Nunca he creído en el destino. Sí en las casualidades. Están por todas partes. Nos persiguen. Guían nuestra vida y la convierten en una u otra. Me da igual lo que diga la ciencia. Me interesa bien poco si todo se debe a las consecuencias de nuestras decisiones o a las de los demás. O quizá a un hilo que tira de nosotros y que nos empuja a encontrarnos cuando se anuda en algún punto. O al azar más puro y cruel. Nada me importa. Solo sé que las cosas pasan y debes enfrentarte a ellas con lo que tienes en el momento que llegan.
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Las experiencias y la edad nos moldean, y un nuevo contexto puede dar lugar a una nueva versión de ti mismo.
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—Así que fui tu primer amor. —Supongo. Yo para ti debí de ser la número treinta y ocho. ¿La treinta y nueve? —Quizá la cuarenta y uno, pero ¿sabes qué? Fuiste la única con la que deseé que de verdad funcionara. |
—Lo que quiero que entiendas es que siempre estás. Da igual que no piense en ti voluntariamente, Rain, porque apareces. Nunca has dejado de hacerlo. —Tú también estás, Jack. Pero me esfuerzo tanto por borrarte que acabo por emborronarlo todo. |
—Estaría bien, aunque solo fuera por una vez, hablar claro. Decir en alto, por ejemplo, que en el instituto tú me hiciste creer que te gustaba otro mientras yo fingía que no me había enamorado de ti.
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Es imposible oír un corazón romperse. Por eso impresiona tanto, porque, cuando sucede, el silencio es tan intenso que duele.
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¿Cuál fue la primera obra escrita en verso en lengua castellana?