El polvo nunca se asienta

Se me hace difícil escribir esta reseña y he necesitado reposar la lectura para contemplar con algo de distancia la magnificencia de lo que acabo de leer. Una obra que me ha desbordado, me ha abrumado y me ha venido un poco grande.

Esta autora británico-peruana, en su primera novela, ha trazado una compleja obra que abarca tal inmensidad que me ha sobrepasado. Su estilo es único, su originalidad es magistral, todo un despliegue de recursos literarios que tejen esta saga familiar con historias dentro de historias y un realismo mágico exacerbado, donde realidad y fantasía se confunden para unir el pasado y el presente, rompiendo el concepto de espacio-tiempo en el que transitan ambos y conviven para desenmarañar los secretos, los miedos y el sufrimiento de toda una estirpe familiar desde sus comienzos.

En capítulos alternos Anaïs nos contará su historia a la vez que lo hace Julia. Anaïs se marchó de Lima cuando era una adolescente huyendo del pasado y de un presente que no entendía. Pero después de la muerte de su madre debe volver para vender la casa familiar y enfrentarse de nuevo a todos los fantasmas del pasado que ella tiene el don de ver. La casa amarilla de la colina no es sólo una casa, es la historia de toda su familia. Y es Julia Álvarez Yupanqui quién nos la contará. Una jovencita que servía en la casa de los Echevarría y un día cayó por una ventana mientras limpiaba y se estrelló contra el suelo. Entonces Julia, desde el más allá, pudo contemplar toda la historia de un país, Perú. Desde los inicios precolombinos hasta la colonización, la esclavitud, la llegada de mano de obra china y la revolución hasta la actualidad, donde a pesar de todos los cambios, sigue presente la explotación, la humillación y el maltrato de sus gentes. Trenzando desde la historia, el árbol genealógico de toda la familia.

Es una novela histórica, sobre la memoria y la identidad, pero también es una saga familiar donde el pasado está presente, sobre el peso de la herencia. Y también es una novela sobre una casa, que se convierte en un personaje más. Es una novela llena de simbolismo y magia. Escrita con una técnica narrativa capaz de conectar todos estos mundos, tiempos y personajes de manera magistral.

Así que reconozco que he leído una obra de arte pero que no he sabido disfrutar. A ratos me he perdido, a ratos me he dejado llevar, a ratos he leído fragmentos y páginas enteras para enmarcar y a ratos no he sabido qué estaba leyendo. Una novela que con el tiempo merecerá una relectura seguro. No os quiero desanimar a leerlo sobretodo si os gusta el realismo mágico, pero tampoco me atrevo a recomendarlo porque es una lectura exigente y algo compleja.

Empiezo desde ya diciendo que creo que ninguna reseña podrá hacerle justicia a este libro. Es imposible reproducir con palabras las imágenes, las sensaciones, la prosa que te transporta por toda la historia de Perú, al mismo tiempo que te habla de detalles del presente a nivel microscópico y de la vida de los personajes que la habitan.

Para mí, "El polvo nunca se asienta" es una novela monumental y muy ambiciosa, que consigue perfectamente lo que busca. La autora consigue que, mientras lees, el tiempo se contraiga, que las imágenes aparezcan como ríos creando constelaciones de historias a tu alrededor que se unen, unas a otras, de formas intrincadas e inexplicables.

La casa Echeverría, de color amarillo lúcuma, se yergue en la cima de una colina, conteniendo en sus paredes siglos de historia, siglos de explotación que son los que la han erigido y los que han hecho posible que se siga manteniendo en pie. Como si se tratara de los diferentes estratos geológicos de la tierra, la casa esconde en sus cimientos siglos de colonialismo, de esclavitud, de trabajo manual que la soportan y la mantienen erguida.

También contiene fantasmas y presencias, que han ido ocupando sus habitaciones a lo largo de la historia. La casa Echeverría abarca un tiempo infinito y circular, que se dobla sobre sí mismo y que se repliega y se despliega como si fuese un acordeón.

Anaïs, la primogénita de los Echeverría, vuelve a Perú tras la muerte de su madre para vender esa casa, la casa familiar que contiene todo su pasado. Entre esas paredes, veinte años atrás, murió Julia Álvarez Yupanqui, una de las criadas de la familia. Pero su muerte no fue una muerte cualquiera, y Julia asciende como santa y vuelve al mundo de los vivos para encauzar la historia.

El libro va alternando capítulos que nos hablan de estas dos mujeres, que entrelazan pasado y presente. Los capítulos de Julia Álvarez Yupanqui son de una riqueza narrativa que conmueve.

Todo lo que rodea a la historia de Julia es tan potente, tan absorbente y está narrado de una forma tan magistral, que, a veces, la historia de Anaïs se queda un poquito corta a su lado. Pero esto no hace que la obra palidezca en ningún momento, simplemente es que la parte de Julia es tan evocadora, que te absorbe y te quedarías en esos capítulos para siempre.

En definitiva, es un libro increíble que recomiendo muchísimo. Es una lectura cautivadora, de la que no sales igual que entraste y que creo que se va a quedar conmigo mucho tiempo.

Bueno, a ver cómo hablo yo de ‘El polvo nunca se asienta' porque no es fácil. ¿Cómo hablar de un libro que abarca lo inabarcable? ¿Es posible condensar en una novela la historia de una y mil vidas? ¿La historia de una casa, pero también de un país? ¿De una familia y también de un pueblo? ¿Unir la vida y la muerte? ¿Es posible hacerlo y que además salga bien? Asombrosamente, si, es posible y, además, es una delicia de experiencia lectora.
 
Esta es la historia de una vuelta a casa, la de Anais, que emigró a Londres desde Lima años atrás, buscando dejar a atrás el peso de una infancia complicada, marcada por el silencio, muertes y una maldición. Pero también es la de Julia, quien murió cayendo por una ventana y acabó convirtiéndose en santa. Y la de las familias y antepasados de ambas, de los fantasmas que aún habitan la casa de los Echevarria. Una casa amarilla, que es, sin duda, uno de los protagonistas de la novela. Y por supuesto, es la historia de Perú.
 
Una novela que es mucho más que una saga familiar, que trasciende a la ficción histórica y también a la contemporánea. ¡Tiene hasta una ópera! Una novela con un realismo mágico brillante, original, inolvidable.  Llena de metáforas y simbología. Evocadora y sensorial en extremo.
 
La prosa es de otro mundo, no me ha podido gustar más: libre, evocadora, sensorial. He releído párrafos por puro placer. Originalmente escrita en inglés, la novela nos llega a través de una reescritura de Eric Levit Mora (disculpadme, pero es que decir traducción me sabe a poco y estoy segura de que si leéis esta edición estaréis de acuerdo conmigo).
 
 Contrariamente a lo que el ‘polvo' del título evoca, me he encontrado una novela viva, llena de colores, naturaleza y sueños. ¿Sabéis lo que es la sinestesia?
La condición de de oír colores, de ver sonidos o de apreciar texturas cuando saborea algo. Pues esta novela es absolutamente sinéstésica, mientras leía había momentos que no veía letras, solo colores, formas, animales, movimiento, delirio… hay páginas que te sumergen en un trance que, al terminar, quizá no puedas decir lo que has leído, pero lo has visto y lo has vivido. Parece LSD, pero es literatura.
 
Capaz de convertir el tiempo en un rio navegable, hacia delante y atrás. Lleno de peces en forma de personajes, unos que aparecen una y otra vez, y otros con los que te quedas con ganas de saber mucho más. Un río al que volver una y otra vez, porque sientes que cuando regreses a este libro, quizás haya cambiado y encuentres algo nuevo, o quizá tu seas otro y puedas leerlo con nuevos ojos.
 
Si me preguntas, para mí, este libro es una joya.

No exagero si digo que no he subido antes la reseña de “El polvo nunca se asienta”, de Karina Lickorish Quinn, porque no sabía cómo enfocarla y hablar de semejante obra.

Empezaré diciendo que es una de mis mejores lecturas en lo que va de año; como buena amante del realismo mágico, diré que el estilo que despliega aquí la autora solo está al alcance de unos pocos. Un realismo mágico bello y poético, evocador, con frases dignas de ser enmarcadas.

Enfocado en la historia de dos mujeres (Julia y Anaïs), esta novela no trata ni más ni menos que de la historia de Perú. Desde los Incas a nuestro tiempo, la historia pasa por cada etapa de la vida de este país a través de los ojos de Julia y Anaïs en un despliegue de originalidad, lirismo y calidad literaria de alto nivel.

La parte de Julia me ha parecido sublime, de una belleza y un buen gusto inconmensurables y con una capacidad narrativa que roza, para mi gusto, la perfección. El realismo mágico del que se sirve la autora para adentrarnos en esta parte está al alcance del mismísimo García Márquez o la gran Allende, adentrarse en el mundo de Julia es adentrarse en El Perú, en su gente, en su alma. Un realismo mágico cuya magia hace sentir que todo es real, que conquista y enamora.

Y luego está Anaïs que, aunque he llegado a quererla y entenderla un poco más gracias a ese sublime final, debo reconocer que en algunas partes de la obra ha conseguido sacarme de la historia, quizá por ese realismo mágico que me pareció más un realismo loco, por estar situada en el momento presente o por la comparación con la otra parte, pero lo cierto es que este otro personaje pilar de la historia me ha parecido más hueco, menos intenso, menos “creíble” y conmovedor.

Como digo, una historia redonda de principio a fin, salvando algún escollo que con una visión global de la obra se queda en nada, este libro ha sido una de las grandes sorpresas de mi 2022 literario. Un libro con todos los ingredientes que hacen que una historia me conquiste: realismo mágico, saga familiar, historia… Simplemente genial.

Es difícil escribir una reseña cuando el libro en cuestión significa tanto.

Este libro es Julia, es Anaïs, es la casa color amarillo de la colina y es toda la historia de Perú. 458 páginas repletas de memorias, recuerdos, vidas, reminiscencias, injusticias y milagros.

Me parece tremendamente increíble el gran imaginario de Karina. Qué trabajo de creación, creatividad y cuánta calidad. Con sus buenos tintes de realismo mágico que a mí me ganan desde cero.

Capítulos intercalados de Julia y Anaïs que juntas nos guían por la lectura. Con Julia, Santa Julia, conocemos más sobre la historia de Perú. Santa Julia te mira a los ojos y lo ve todo, generación tras generación. Las que relatan siglos y siglos de Perú. Luego está Anaïs, esa niña de ojos negros, y luego adulta, incomprendida, con ese “don”. Anaïs VE, en mayúsculas, con todo el peso y el sentido de la palabra. En ese sentido guarda cierta relación con Julia. Solo que una está aquí y la otra allá.

Pero en este libro quién tiene historia, y vida propia, es la casa amarilla y la colina sobre la que se sostiene. El epicentro de todo. Cargada de significado. Y a su alrededor los polvorinos y su lucha. Es una historia aleccionadora y de la que sacar mucha crítica, sobre todo con el relato que se nos ha dado de conquistadores con la colonización. Ahí lo dejo… repito: es increíble el repaso que da de la historia de Perú. (Se agradece muchísimo el apéndice final de personajes y el árbol genealógico que se va tejiendo con cada capítulo).

Leed a Karina, conoced a Anaïs, a Julia, a los Echevarría, a los polvorinos y a gran parte de la historia de Perú