la Fabiola, que disimulada, presintiendo la tormenta, salió de la pieza como celaje. La Rana se había parado como una tinaja agresiva con los puños en las caderas. Me cagaste haciéndote la mosquita muerta, maricón culiao. Te recogí, te di de comer, te limpié la mierda, te enseñé todo lo que sabía y me pagái así, conchetumadre. Nadie te obligó, le contestó en un susurro el coliza, al tiempo que la Rana se le vino encima en una tonelada de puñetazos y patadas que la tiraron al suelo.
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