La última función

Vuelve Landero sin más pretensión que seguir siendo Landero, porque nuestro Premio Nacional de Literatura, sin duda una de las mejores referencias literarias actuales, no escribe ni con prisas ni para gustar. Aún así, una legión de landeristas buscamos con velocidad, casi con impaciencia, lo último que publique el maestro.

Porque Landero, además de maestro (en su primigenio significado), lo es en el ámbito literario, por su capacidad narrativa, por su imponente y cultivado léxico, por su talento para, aún así, proponer una lectura ágil y sencilla, pero profunda, culta aún sin alardes pretenciosos.

En "La última función" todo su universo personal y literario, sus principales obsesiones vuelven a desplegarse de forma brillante, con oficio. El lector encontrará, inevitablemente, reminiscencias de "Juegos de la edad tardía" o de "El balcón en invierno" o de "La vida negociable": el afán de superación, el deseo de mejora, los sueños infantiles en contraposición con lo alcanzado en la edad madura, las fantasías, las ilusiones contra la tozuda realidad, el éxito y el fracaso, el amor, las segundas (y las terceras) oportunidades, la vocación y el talento, el azar de la existencia, lo urbano y lo rural, la desesperanza y la esperanza, su natural pesimismo, su afán por buscar soluciones.

Tito Gil, a pesar de haber estudiado derecho, sabe desde niño que, estando dotado de una voz especial y prodigiosa, él será un artista, un cómico, un rapsoda enamorado de Federico García Lorca. Por ello, durante un tiempo compaginará la realidad gris de una asesoría, con el mundo de la farándula, al que le lleva su verdadera vocación y su talento, cosechando "pequeños éxitos apoteósicos" y grandes y sonoros olvidos que incitan a la decepción.

Paula, que de niña soñaba con ser actriz, una artista reconocida, con el tiempo se juega su destino a la carta del amor. al del destello de la fugacidad. al teatral, en el que nada termina siendo lo que parece si alguien decide quitarse la careta. al del fracaso. Una mujer hastiada de la rutina, de lo acomodaticio que ansía lo imprevisto, la oportunidad de vivir una aventura.

Ambos, están llamados a encontrarse por esos azares de la vida, o a encontrar un escenario vital para redimirse juntos, quizá.

Con reminiscencias de "Bienvenido Mr. Marshall", pero sin americanos, nos enfrentamos a una sutil "berlangada", con sus situaciones surrealistas y absurdas, el clásico humor cervantino de un autor que no puede resistirse a la ironía y el objetivo de salvar a un pueblo del olvido de la España vaciada. También, también, recordé las representaciones de "Fuenteovejuna" en ese pueblo de Córdoba, colocado en el mapa gracias a la obra de Lope, y a esa expresión del arte como elemento cultural de unión colectiva.

Landero, puro Landero, para el que la vida, cómo no, también es puro teatro. Y memoria de una niñez sin libros, azuzada por el deseo de aventura y sueños que crecerían incumplidos; de un padre destinado al fracaso a pesar de sus múltiples afanes; de su abuela Francisca, la talentosa contadora de historias al amor de la lumbre, de la que surgían frases y subordinadas de una forma naturalmente mágica; de un conocido, al que acompaña con la guitarra, mientras declama versos de Lorca: alguien de su memoria personal que le inspira a un tal "Tito Gil".

En Landero todo termina siendo un homenaje. También al arte por el arte, vocacional, sin subterfugios ni dobleces... como el suyo de escribir buena literatura.

Seguimos leyendo!