Lo que yo percibía de las habitaciones era lo muerto, lo que se me resistía, y no como la muerte en el sentido de vida que se interrumpe, sino como ausencia, de la misma manera que la vida está ausente de una piedra, un vaso de agua, un libro.
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Lo que yo percibía de las habitaciones era lo muerto, lo que se me resistía, y no como la muerte en el sentido de vida que se interrumpe, sino como ausencia, de la misma manera que la vida está ausente de una piedra, un vaso de agua, un libro.
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Porque los seres humanos no son más que una forma entre otras formas, expresadas una y otra vez por el mundo, no solo en lo que vive, sino también en lo que no vive, dibujado en arena, piedra y agua. Y la muerte, que yo siempre había considerado la magnitud más importante de la vida, oscura, atrayente, no era más que una tubería que revienta, una rama que se rompe con el viento, una chaqueta que cae de la percha al suelo. Pág. 499 |
Pero mi padre ya no respiraba. Eso era lo que le había pasado, se había roto su relación con el aire, ahora solo lo presionaba como a cualquier cosa, un tronco, un bidón de gasolina, un sofá. Él ya no se metía en el aire, porque eso es lo que hace uno al respirar, uno se vuelve a enganchar, una y otra vez se engancha uno al mundo. Pág. 399 |
No todos los ritos son ceremoniales, no todos los ritos están claramente delimitados, algunos se forman en medio de lo cotidiano, y solo se dejan reconocer mediante ese peso y carga que de repente adquiere lo que suele ser usual. Pág. 306 |
La sensación de que el futuro no existe, que solo es un poco más de lo mismo, significa que cualquier utopía queda sin sentido. La literatura siempre ha estado emparentada con lo utópico, de modo que cuando lo utópico pierde su sentido, también lo pierde la literatura. Pág. 254 |
Pero lo de entender mucho siempre ha estado relacionado con el entendimiento de los límites de la comprensión, el reconocimiento de que el mundo fuera de esos límites, de todo lo que uno no entiende, no sólo existe, sino que además siempre es más grande que el mundo de dentro. Pág. 252 |
Había nacido como un ideal de bachiller, que partía de la idea de que la noche estaba de una u otra forma relacionada con la libertad. No en sí, sino en su contraste con la realidad cotidiana de nueve a cuatro, que yo y algunos más considerábamos burguesa y conformista. Queríamos ser libres, ergo estábamos levantados por la noche. El que siguiera con eso tenía menos que ver con la libertad que con la necesidad de estar solo. Pág. 240 |
La nostalgia no solo es desvergonzada, también es traicionera. ¿Qué provecho puede sacar un joven de veinte años de la añoranza de su propia infancia? ¿De su propia adolescencia? Parece una enfermedad. Pág. 233 |
Escribir trata más de destruir que de crear. Pág. 226 |
Lo caótico y lo impredecible representaban a la vez la condición de la vida y su caducidad, la primera es imposible sin la otra, y aunque casi todos los esfuerzos que realizamos estén encaminados a mantenerlas a distancia, bastará con la resignación de un breve instante para querer vivir en su luz, y no en su sombra como ahora. Lo caótico es una especie de fuerza de gravedad, y el ritmo que uno puede intuir en la historia, del crecimiento de las civilizaciones y del colapso de las mismas, tal vez sea ocasionado por ella. Lo extraño es que los extremos se parezcan, al menos en un sentido, porque tanto en lo suntuosamente caótico como en lo severamente regulado y dividido, el vivo no es nada, la vida lo es todo. Pág. 223 |
_________Cerditos