La muerte del padre de Karl Ove Knausgård
Pero mi padre ya no respiraba. Eso era lo que le había pasado, se había roto su relación con el aire, ahora solo lo presionaba como a cualquier cosa, un tronco, un bidón de gasolina, un sofá. Él ya no se metía en el aire, porque eso es lo que hace uno al respirar, uno se vuelve a enganchar, una y otra vez se engancha uno al mundo. Pág. 399 |