Los Vagabundos del Dharma elevó a Kerouac a representante esencial del resurgir de una espiritualidad que también era un nuevo modo de relacionarse, y que hoy, cuando se imponen las realidades virtuales y las rutas cibernéticas, supone un soplo de aire fresco y un impulso hacia otros mundos igual de poco sustanciales, pero donde los sentimientos adquieren proporciones insólitas.
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