En este valle, si cometes una equivocación nunca se olvida. Y da lo mismo que susurres en tu fuero interno: "¡No soy como decís!". Lo que piensan los demás de ti determina quien eres.
|
En este valle, si cometes una equivocación nunca se olvida. Y da lo mismo que susurres en tu fuero interno: "¡No soy como decís!". Lo que piensan los demás de ti determina quien eres.
|
Los que no están siendo arrastrados a la muerte no pueden comprender que el corazón se te endurece y afila hasta convertirse en un nido de rocas con un huevo huero y solitario en el interior. Estoy yerma; nada crecerá ya nunca en mí. Soy el pez muerto puesto a secar en el aire frío. Soy el pájaro muerto en la orilla. Estoy seca, no sé si sangraré cuando me arrastren al encuentro del hacha. No, sigo caliente, la sangre aun aúlla en mis venas igual que el viento, y sacude el nido vacío y pregunta dónde han ido todas las aves, ¿dónde han ido?
|
Tengo tan a menudo la impresión de apenas estar aquí que notar el peso de algo me recuerda mi propia existencia.
|
Durante las monótonas jornadas de trabajo, las noches en soledad, los despertares con nada por delante excepto faenas y más faenas, aquellas magulladuras ocultas sugerían algo más: el final de la insipidez asfixiante de la existencia.
|
Tengo tan a menudo la impresión de apenas estar aquí que notar el peso de algo me recuerda mi propia existencia.
|
Entonces comprendí que no era a mí a quien miraban. Comprendí que aquellas personas no me veían a mí. Yo era dos hombres muertos. Era una granja ardiendo. Era un cuchillo. Era sangre.
|
No puedo desfallecer. Me aferraré a lo que soy por dentro, me asiré con fuerza a todas las cosas que he visto, oído y sentido.
|
Dicen que debo morir. Dicen que le robé el aliento a unos hombres y que ahora ellos deben robarme el mío.
|
Me dejaron sola, sin una luz, y no había manera de medir las horas. de distinguir los días de las noches. Ahora mi única compañía son los grilletes en mis muñecas, el suelo de tierra, un telar desmontado, abandonado en un rincón, un huso viejo y roto.
|
Al principio no sabía qué hacían allí todas esas personas, hombres y mujeres por igual, todos quietos y mirándome en silencio. Entonces comprendí que no era a mí a quien miraban. Comprendí que aquellas personas no me veían a mí. Yo era dos hombres muertos. Era una granja ardiendo. Era un cuchillo. Era sangre.
|
Fue publicada en ...