Dicen que debo morir. Dicen que le robé el aliento a unos hombres y que ahora ellos deben robarme el mío.
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Dicen que debo morir. Dicen que le robé el aliento a unos hombres y que ahora ellos deben robarme el mío.
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Por primera vez en mi vida alguien me veía a mí, y le amaba porque me hacía sentir que era suficiente.
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¿Qué es Dios sino una distracción de la ciénaga en que estamos todos atrapados? Todos somos náufragos. Varados en un barrizal de pobreza.
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El mar se te mete en la cabeza. Como decía Natan, una vez le permites entrar ya no te deja en paz. Igual que una mujer.
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Cualquier mujer sabe que una hebra, una vez hilada, así se queda; la única manera de corregir una equivocación es deshacerla entera.
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Son tantas las maneras en que puede hacerse daño a una persona.
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Saber lo que una persona ha hecho y lo que una persona es son cosas muy distintas.
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La negrura invade mis pensamientos y mi corazón aletea como un pájaro en el puño de una mano. Incluso si cierro los ojos con fuerza, la oscuridad sigue ahí, y ahora además hay unos temblores espantosos de luz parpadeante. ¿Tengo los ojos abiertos o cerrados? Tal vez ha sido un fantasma lo que me ha despertado.
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Da la impresión de que todo cuanto amo me es arrebatado y enterrado, mientras que yo me quedo sola. Así que es una buena cosa que no me quede nadie a quien amar. Nadie a quien enterrar.
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-No es justo. La gente afirma conocerte por las cosas que has hecho y no porque se hayan sentado contigo a escuchar lo que tengas que decir. No importa cuánto te esfuerces por llevar una vida temerosa de Dios. En este valle, si cometes una equivocación, nunca se olvida. Y da lo mismo que en tu fuero interno susurres: «¡No soy como decís!»>. Lo que piensan los demás de ti determina quién eres.
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