Aunque he hecho todo lo posible, he sido pasto una y otra vez del desastre; el destino me ha clavado su cuchillo hasta la empuñadura.
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Aunque he hecho todo lo posible, he sido pasto una y otra vez del desastre; el destino me ha clavado su cuchillo hasta la empuñadura.
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cuando te hayas ido el viento seguirá allí, lamiendo la hierba hasta pegarla en el suelo, sin importarle si la tierra está helada o ha empezado el deshielo, porque volverá a helarse y a fundirse y pronto tus huesos, ahora calientes por la sangre y espesos de jugoso tuétano, estarán secos y quebradizos y se descascarillarán y se congelarán y se fundirán con el peso de la tierra sobre ti, y la hierba de la superficie chupará hasta la última gota de tu cuerpo y vendrá el viento y la echará abajo y te arrojará contra las rocas o te arañará con sus uñas y te llevará hasta el mar en un grito salvaje de nieve.
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Cogen a un ratón para que domestique a un gato.
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un hombre sin un libro esta ciego
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Yo callo. Estoy decidida a cerrarme al mundo, a endurecer mi corazón y a aferrarme a lo que todavía no me han robado. No puedo desfallecer. Me aferraré a lo que soy por dentro, me asiré con fuerza a todas las cosas que he visto, oído y sentido. Los poemas compuestos mientras lavaba y segaba y cocinaba hasta tener las manos en carne viva. Las sagas que me sé de memoria. Voy a hundir todo lo que he perdido y a sumergirme en el agua.
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¿Qué es Dios si no una distracción de la ciénaga en que estamos todos atrapados? Todos somos náufragos. Varados en un barrizal de pobreza.
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Te perderás. No hay hogar último, no hay entierro, solo un esparcir constante, un viaje frustrado que te lleva a todas partes sin ofrecerte un camino a casa, porque no tienes casa, solo esta isla fría y tu oscuro ser diseminado en una fina capa sobre su superficie, hasta que recoges al aullido del viento e imitas su soledad, no te vas a casa, te vas para siempre, el silencio te reclama para sí, sus oscuras aguas devorarán tu vida y harán con ella estrellas que quizá te recuerden, pero si lo hacen no lo dirán, no lo dirán, y si nadie dice tu nombre te olvidarán. Me han olvidado.
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Criminal. La palabra se queda suspendida en el aire. Pesada, inmune a las embestidas del viento. Quiero negar con la cabeza. Esa palabra no me corresponde, quiero decirle. No se ajusta a mí ni a quien soy. La mía es otra, esa palabra le corresponde a otra persona. Pero ¿qué sentido tiene protestar por el lenguaje?
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Los recuerdos van y vienen como nieve suelta en el viento, o son un coro de fantasmas hablando unos por encima de los otros.
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Estoy yerma; nada crecerá ya nunca de mí. Soy el pez muerto puesto a secar en el aire frío. Soy el pájaro muerto en la orilla. Estoy seca, no sé si sangraré cuando me arrastren al encuentro del hacha.
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¿A quien baila Raquel en la fiesta en la casa de los hidalgo?