Que la vida se mide en besos: los que se quedan esperando y los que se dan y son eternos.
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Que la vida se mide en besos: los que se quedan esperando y los que se dan y son eternos.
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Martín regresa al jardín, se une a la tierra donde dentro de unos meses brotarán las flores y el color y la alegría; cae sin esfuerzo porque ya no pesa, no hay equipaje sobre su espalda, así que se desliza entre el viento y es etéreo y sempiterno.
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—Tengo una creencia sobre los afectos que nunca le he contado a nadie. La llamo «la teoría de los archipiélagos» y viene a decir que todos somos islas, llegamos solos a este mundo y nos vamos exactamente igual, pero necesitamos tener otras islas alrededor para sentirnos felices en medio de ese mar que une tanto como separa. Yo siempre he pensado que era una isla pequeñita, de esas en las que hay tres palmeras, una playa, dos rocas y poco más; me he sentido invisible durante gran parte de mi vida. Pero entonces apareciste tú, que sin duda serías una isla volcánica llena de grutas y flores. Y es la primera vez que me pregunto… me pregunto si dos islas pueden tocarse en la profundidad del océano, aunque nadie sea capaz de verlo. Si eso existe, si entre los corales y los sedimentos y lo que sea que nos ancla en medio del mar hay un punto de unión, sin duda somos tú y yo. Y, si no es así, nos encontramos tan cerca que estoy convencido de poder llegar nadando hasta ti.
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¿Qué marca el inicio y el final de una relación? ¿La primera mirada, el último beso, la primera palabra, el último suspiro compartido? Un comienzo rápido parece propiciar que el final sea igual, como si de una ley equitativa se tratase.
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—Se puede querer de tantas maneras que ni en cien vidas alcanzaríamos a entender cada una de ellas.
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Lo que ocurre con el paso del tiempo es que los objetos y las cosas que se quedan atrás terminan por oxidarse.
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La vida es una cinta sin opción de rebobinado que siempre sigue avanzando hacia delante, incluso aunque el protagonista sienta que no puede respirar.
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«Cuando estés a las puertas de la muerte, recordarás esto». ¿Y qué finalidad tiene la vida si no es recoger momentos que nos llevemos a la tumba?
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¿Cómo sería dejarse llevar por un deseo fugaz, un impulso, un tirón inesperado? ¿Cómo sería besar al hombre que tenía delante sin pensar, sin etiquetar antes sus sentimientos, sin analizar el significado de aquel gesto y las consecuencias que podría tener en su vida?
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—La clave está en dejarse llevar por el primer impulso y desoír todo lo que venga después. Estoy seguro de que al ver el agua te apetecía lanzarte de cabeza, pero luego empiezas a sopesar si te congelarás, si las rocas del suelo te harán daño en los pies, si vale la pena quitarte la ropa para darte un chapuzón rápido, si, si, si…
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_________Cerditos