Mientras crezcan los limoneros

Un relato con gran carga emocional por el tema tan actual que aborda: el de los refugiados, personas que no tienen más elección que abandonar su casa, su familia y su país en guerra para salvar sus vidas. En este caso, la autora lo aborda desde la historia de su país, Siria, con la trama centrada en la ciudad de Homs durante el enfrentamiento militar entre las fuerzas de seguridad del gobierno de la dictadura siria y el levantamiento del pueblo, y que duró entre mayo 2011 y mayo 2014, llevando a la ciudad a la destrucción y a miles de sus gentes a intentar salir del país con el único objetivo de sobrevivir.
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La trama está elaborada en torno a Salama, una joven de 17 años, farmacéutica y enfermera forzosa en el hospital de la ciudad, que ha perdido a su familia en esta revolución y “sobrevive” con su cuñada embarazada luchando física y mentalmente en medio de la contienda. Dentro de la barbarie, es plenamente consciente de que las posibilidades de permanecer con vida quedándose en Homs se reducen al mínimo, pero la otra opción es la de abandonar su casa y su país, lo cual entra en continuo enfrentamiento con su sentimiento de responsabilidad de ayudar a curar a los enfermos, en este caso el genocidio se centra en mujeres y niños lo que aporta mayor dramatismo, que llegan destrozados a su hospital. Conocerá a Kenan, un joven tan obcecado como ella de mantenerse en pie en medio de la desolación, pero también de permitirse imaginar una vida distinta; al menos que les quede eso, imaginarse la vida que les han robado
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Es la continua dicotomía de sus gentes, querer vivir, pero querer también luchar por su país y aportar su granito de arena aun a pesar de no entender los motivos de la guerra. En el caso de la protagonista, siente que necesita salvar otras vidas para olvidar su propio dolor. Su dolor personal es indiferente si un solo día más de permanecer en Homs puede ayudar a salvar vidas, lo cual no estaba exento de dualidades ante situaciones de decidir a quién salvar y a quién no por no haber recursos para todos. Salama es el reflejo de cada una de las gentes a quienes les han arrancado el futuro de las manos, pero tienen una fuerte conciencia patriótica. Los jóvenes quieren quedarse en su país para devolverle la libertad que legítimamente tienen derecho.
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Es una preciosa historia (con un giro de tuerca al final), de amor, de unos jóvenes, de una familia, de un país, de la libertad, que se merece no acabar en tragedia.

Mientras crezcan los limoneros, novela que nos llega de parte de la joven autora siria Zoulfa Katouh, es una historia que podríamos calificar new adult, por su sencillez, pero que esconde una profundidad y crudeza en los temas que trata, que consigue hacernos tocar fondo y descubrirnos la cara más dura de las personas, la política o la intransigencia religiosa.

Ambientada en la guerra Siria, durante el enfrentamiento del gobierno con la facción más liberal, conoceremos a Salama, joven estudiante de farmacia, que debido a la escasez de recursos, debe ejercer como enfermera e incluso médico en ocasiones. En la vorágine del horror que la rodea, la miseria, la destrucción, el hambre, y atormentada por sus propios demonios internos, conocerá a Kenan, un joven al que parece predestinada y que traerá un rayo de luz y color a su vida.

La novela plasma muy bien la crudeza de la guerra siria y las graves consecuencias que durante años y hasta la actualidad sufre su población, un enfrentamiento que acaba proyectando sus brutales consecuencias y su dolor en el pueblo, en las personas corrientes que ven truncadas sus vidas y se enfrentan al infierno más absoluto. La autora ha querido dar un paso adelante y visualizar la situación de su país, mediante una historia dura, cargada de dramatismo pero con tintes románticos y esperanzadores.

Novela perfecta como acercamiento a la realidad siria, con una historia tierna, muy teenager, con tintes incluso de novela turca. Agradable de leer, contexto interesante, pero con una trama quizá demasiado edulcorada, unos protagonistas exageradamente nobles, cuyos actos son por ocasiones poco entendibles y forzados, y una resolución final que no me ha encajado del todo. No por ello ha dejado de gustarme para empaparme de una realidad que desconocía más de lo éticamente permitido. Hay mucho horror ahí fuera del que nos queremos hacer demasiado ajenos y sin embargo la esperanza sigue teniendo aroma a limón.

Este libro te estruja el corazón. A mí me ha ganado desde la primera página, haciendo referencia al gran poeta Nizar Qabbani, con una frase que representa demasiado a la sociedad siria. Tenía ganas de subrayar cada página del libro, me he tenido que contener. Pienso que la autora ha conseguido reflejar de la manera más realista posible lo que viven los sirios aún en la actualidad, y se nota que ella es siria ya que describe las tradiciones a la perfección y menciona palabras y comidas típicas.
La figura de Khawf (que literalmente significa "miedo" en árabe) y acompaña a Salama durante toda la historia es algo que todos tenemos. Algunos en forma de alucinación, otros como una voz en la cabeza... pero el miedo siempre está ahí, y a veces nos puede "ayudar", animándonos e impulsándonos a tomar ciertas decisiones (tal y como ocurre aquí).
Admiro a Salama, yo no podría ser ella. ¿Cómo de valiente hay que ser para atreverte a trabajar en un hospital con tan solo 18 años? ¿Cómo de mal tiene que estar todo para desear que tu padre y hermano desaparecidos estén muertos para que no sufran?
Lo de Layla... se te saltan las lágrimas enseguida, cuando lo procesas, te das cuenta de lo que afecta una guerra a la salud mental y cómo todo el mundo desarrolla el estrés postraumático, aunque sea tan fuerte como Salama.
Este libro no es ciencia ficción, es la pura realidad, descrita sin filtros... no todo son cuentos felices ni caminos rosas. Los hechos que se narran aquí los han vivido miles de sirios, y es tan fuerte...

Sólo hay una cosa que no me permite poner un 5/5 a este libro, y podrá parecer una tontería, pero hubiera deseado que Salama hubiera sido enfermera en lugar de farmacéutica. Las competencias de estas carreras no están bien representadas aquí, Salama venda, cura heridas, saca sangre, sutura, inyecta medicamentos e inicia terapias intravenosas... Eso son competencias de enfermería, eso no se aprende en la carrera de farmacia. Pero bueno, es simplemente mi opinión.

Escriba lo que escriba en esta reseña, creo que me quedo corta... Ahora siento un gran vacío al haberlo terminado.

P.D.: ¿existen hombres como Kenan en este mundo?

«Mientras crezcan los limoneros» nos cuenta la historia de Salama, una joven estudiante de farmacia que, tras la llegada de la guerra, cambia los libros por el bisturí y entra a trabajar de voluntaria en el hospital. Aunque allí se atiende a miembros del Ejército Libre de Siria (que se enfrentan al gobierno y protegen la ciudad de Salama), la mayor parte de los pacientes son civiles que son continuamente bombardeados o disparados por francotiradores.
Salama ya ha perdido a su madre tras un bombardeo, y a su padre y hermano, en paradero desconocido tras ser acusados de rebeldes y arrestados. Ahora solo le queda su cuñada y mejor amiga, Layla. Pero está embarazada y cada minuto en Siria es un peligro, por lo que las chicas acuerdan abandonar el país y llegar en barco a Alemania, lo que supondrá un gran dilema para Salama.

Con todo esto, os podréis imaginar que no es un libro fácil. Las escenas del hospital son realmente duras. Se detallan heridas, amputaciones y muertes. Y muchas, de niños. Pero es la realidad y endulzarla no tiene ningún sentido. Además, la forma de narrar de la autora tiene algo que hace que todo llegue más, que cada muerte cuente, aunque sea de un personaje desconocido. Creo que hay que poner esto en valor, puesto que en las guerras, las muertes suelen convertirse en meros números, olvidando las vidas que hay detrás.

La autora también hace una labor muy buena representando otra de las consecuencias de la guerra: los efectos psicológicos. Se habla de diferentes manifestaciones del estrés postraumático tras toda la muerte y crueldad que se viven. Hay personas que se sumen en la depresión, otras dejan de hablar o de comer, y otras, como Salama, sufren alucinaciones. Además, nuevamente se ven los efectos del síndrome del superviviente, que ya comenté en la reseña de «Crisantemo blanco».

Y con esta pluma elegante y profunda, Katouh no solo nos habla de terror y desesperación, sino que también hace brillar los pequeños momentos de amor y felicidad que encuentran los personajes. O más bien, por los que luchan. Por los que no se rinden.

Cuando opté por la novela de Zoulfa Katouh en la edición de Masa Crítica de Narrativa Contemporánea de Babelio España, no fue mi primera opción, creo que básicamente la mal elegí por la preciosa portada que tiene y por su título, porque la sinopsis no me llegó demasiado. Pensé que sería más una novela romántica adornada con un poco de drama y poco más.

¡Qué equivocado estaba!

Jamás pensé que la historia encerrada entre sus páginas atravesaría mi alma y la desgarraría de tal manera que fundiera parte de la vida de Salama con mi propia alma y mi corazón.

Aunque esta historia parezca más ficción que realidad, es todo lo contrario. Está basada en hechos reales, en diferentes historias fusionadas en una sola. Retazos de historias, de sufrimientos, de muertes, de vidas a las que el mundo le dio la espalda. Ahmad me rompió el corazón.

Esta novela nos revela la crueldad que viven a diario los refugiados, los migrantes que huyen de la desolación de la guerra que va arrasando con las vidas de millones de inocentes cada año.

“Mientras crezcan los limoneros” no es apta para todos, pero todos la deberíamos leer para conocer realmente el drama de Siria y de otros tantos países que viven en guerra.