De esto se trata. De elegir un pan. De untar mantequilla a diestro y siniestro. De sembrar el caos en la cocina. De no malgastar sobras. De dar de comer a tus amigos y a tu familia. De sentarse a una mesa donde se celebra el irreductible acto social de compartir alimentos con otros. A pesar de todos los reparos y salvedades, Conrad tenía razón. Es un acto moral. Es una cuestión de cordura.
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