Relatos

Vio como ella le tendía la mano y él la tomó sin dudarlo, con la certeza de que ese gesto era lo que había esperado durante toda la vida.

Le dio un beso que saboreó como si fuera el último, grabando en su memoria la dulce miel de su saliva, la tersura de su piel, cada línea, cada surco de sus labios que acariciaba con los suyos; un recuerdo marcado a fuego en su alma inmortal y que resistiera los designios del destino y el tiempo.

Porque una cosa era soñarlo, y otra muy distinta pensar que pudiera ser realidad.

¿Qué extraña magia los recorría cada vez que se tocaban?

Podría volar sin necesidad de sus alas de ángel. Y pese a haberlas perdido, pese a faltarle aquella parte tan esencial, se sentía completo solo con saber que ella estaba allí, a unos cuantos pasos.

Y como guía de almas tampoco funcionó; no pudo recoger el espíritu de aquel pobre hombre a tiempo -el GPS lo llevaba por todas las direcciones prohibidas...

¿Por qué con solo verlo desde lejos esas mariposas que ella creía muertas revoloteaban en su estómago?

Tal vez no sería un avance, pero sus sueños habían pasado del blanco y negro al color.

¿Era una simple sonrisa capaz de hacer que un hombre quedase prendado de una mujer?

Una gran sensación de calma y sosiego los envolvió, haciéndolos sonreír mientras la certeza de que todo iba a salir bien se instalaba en sus corazones.