¡Qué aprisa vas, barquilla! Ante la casa paso de mi amante: en su alegre ventana el sol destella; casi me miro en su cristal brillante; mas ¡ay! no hay nadie en ella |
¡Qué aprisa vas, barquilla! Ante la casa paso de mi amante: en su alegre ventana el sol destella; casi me miro en su cristal brillante; mas ¡ay! no hay nadie en ella |
Así, a punto, y siempre en vela, estaré, cual centinela fijo siempre en su lugar; hasta que oiga en feliz día rechinar la artillería y los caballos trotar. Y el Emperador, al frente de su ejército impaciente cabalgará, y al clamor, armado saldré de tierra, y otra vez iré a la guerra, detrás del Emperador. |
¿La mujer? ... ¿Y qué me importa? ¿Los hijos? ... El alma absorta llora desdicha mayor. ¿Pan les falta? ... ¡Por Dios vivo! ¡Que lo mendiguen! ... ¡Cautivo! ¡Cautivo el Emperador! |
A Francia dos granaderos, allá en Rusia prisioneros, vuelven ya: ¡suerte feliz! Al llegar una mañana a la frontera alemana doblan ambos la cerviz. Nueva oyeron lastimera: está ya la Francia entera en poder del invasor |
Los tenaces combatientes ni tregua pugnan; apenas suena un mandoble, otro mandoble retumba. Id con tiento en las tinieblas, aceros que el odio empuña; sombras, visiones y ardides la traidora noche oculta. ¡Oh fraticidas hermanos! ¡Valle infausto! ¡Negra tumba! El uno al otro en el pecho la espada a la vez sepultan. Muchos siglos han pasado y generaciones muchas; y aún en el desierto castillo mira hacia la honda llanura. Por ella, de noche, vagan dos sombras, leves y mudas, y apenas suenan las doce, otra vez la espada cruzan. |
Allá, en el monte, el castillo envuelto en la noche oscura; espadas acá, en el valle, que chocan y que fulguran. Embístense dos hemanos con igual cólera y furia |
Cuál ataúd que mano lastimera orna de rosas y hojas de ciprés, aqueste libro engalanar quisiera, y en él mis versos sepultar después. |
Al pronto, desesperado, dije, al verme en tal estado: soportarlo no podré. Pero, al fin, lo he soportado: el cómo, yo me lo sé. |
Perturbar no quise tu alma, ni la victoriosa palma de tu ansiado amor ceñir; a tu lado, en dulce calma, soñé tan sólo vivir |
Soñando, en verde floresta vi juguetón arroyelo; miréme en sus claras linfas; estaba pálido y tétrico. Estaba tétrico y pálido desde que mis ojos la vieron: trocóse en pena mi júbilo sin sentirlo ni saberlo |
Marinero en tierra