Volverás a Alaska

Los libros son los hitos de mi vida. Algunas personas tienen fotos familiares o películas caseras para registrar su pasado. Tengo libros. Caracteres. Desde que tengo memoria, los libros han sido mi lugar seguro.

Todo este tiempo, papá le había enseñado a Leni lo peligroso que era el mundo exterior. La verdad era que el mayor peligro de todos estaba en su propia casa.

Suponía que era así como llegaban los cambios: en el silencio de las cosas que no se decían y en las verdades que no se reconocían.

Los chicos de instituto, incluso en la salvaje Alaska, seguían siendo animales gregarios. Se daban cuenta de cuándo había entre ellos un miembro débil.

La muerte de cada sueño que pudiese haber tenido y de los que aún le quedaban por soñar.

"Y no dejas de querer a una persona cuando está herida. Te haces más fuerte para que se pueda apoyar en ti."

El amor no se diluye ni muere, pequeña. La gente dice que sí, pero no. Si le amas ahora, le amarás dentro de diez años y de cuarenta. Puede que de una forma distinta, una versión más atenuada, pero es parte de ti ahora. Y tú de él.

Le quería tanto, con tanta desesperación, que sentía como si la estuviesen reteniendo bajo el agua y necesitara oxígeno.

Leo libros sobre sitios que apenas puedo imaginar y me pierdo en viajes a tierras extrañas para salvar a chicas que no sabían que, en realidad, eran princesas.

Si decía que no en ese momento, quedaría demostrado que Leni podría llevar una vida sensata, con el tipo de amor que nadie compararía nunca con la heroína, y que jamás lloraría hasta quedarse dormida.