Los girasoles de hierro

"Los girasoles de hierro no son sólo los civiles voluntarios distribuidos por todo el país, o los soldados en el frente aguantando lo indecible y sacrificando sus vidas, sino también la gente que se ha quedado en sus casas y ya piensan en la reconstrucción. Porque esa es la mentalidad que devolverá a la vida a muchos fantasmas vivos"
El corresponsal de guerra Amador Guallar nos cuenta como testigo directo, el horror que están viviendo los ucranianos que no han huido del infierno de la guerra
La primera parte del libro se centra en la revuelta popular y antirusa del Maidan (2013-14) y en el ¿Referéndum? de Crimea.
La segunda parte (2022) de Los girasoles de hierro nos describe como pueblos y ciudades de Ucrania se han vaciado, la gente huye de las balas y la metralla rusa o ucraniana.
A través de las páginas, asistimos a un funeral de un soldado ucraniano y vemos el desconsuelo de su familia; visitamos un hospital de maternidad (niños heridos, lisiados y pequeños moribundos) y recorremos la ciudad casi derruida de Leópolis.
Me gustó saber el significado del piano en la frontera de Polonia. Todos recordaréis las imágenes de como llegaban los refugiados y les daba la bienvenida un piano de cola con su respectivo pianista tocando un repertorio de lo más variado.
Destaco de varios testimonios, la fuerza y arrojo del pueblo ucraniano que lucha día tras día por su territorio, el cual Putin (a saber porqué) pensaba que se lo iban a poner en bandeja.
Recomiendo esta lectura

El propio título me llamó mucho la atención, además de la temática, por lo que no dudé en postular por él en masa crítica. Un acierto.

La guerra en Ucrania, que se ha mantenido más de un año y no tiene perspectivas de acabar pronto, es un tema más que recurrente en las noticias, pero en este libro el autor nos ofrece una imagen diferente, más humana, a la que tenemos en el día a día.

El estilo es sencillo y directo, ágil, pero no por ello menos cargado de significado. Se nota que las fotografías que acompañan a cada capítulo están escogidas con mucho mimo, ya que representan perfectamente lo que el autor nos intenta transmitir. Por ejemplo, el chico con el martillo ensangrentado en mano y sujetando con la otra una bufanda como las de los equipos de fútbol del Sector Derecho.

El autor va dando pequeños detalles que dejan espacio a la reflexión. La primera parte nos recuerda que este no es un conflicto que surgiera de la noche a la mañana, que en el 2014 ya tenían la misma dicotomía: ¿Europa o el gran oso ruso? En esos primeros capítulos nos acercamos a las personas que montaron y defendieron las barricadas en el centro de Kiev. Me sorprendió el capítulo sobre el piano de Maidán y la lección del pintor de almas (una escena que se repite en Járkov más adelante): "No sólo respondían con cócteles molotov sino también con música". Cómo la música, el arte, son otro arma más. En "Reflexiones sobre la nueva Ucrania a los pies del Holocausto", recordando Babi Yar, nos enseña que "ningún bando tiene una historia impoluta" y que hay que tener cuidado con las políticas extremas. En la segunda parte del libro me gustaría destacar tres capítulos absolutamente desgarradores que se desarrollan en una escuela, el área de maternidad de un hospital y unos sótanos. No diré más.

Para finalizar, y por poner alguna sugerencia, creo que vendría muy bien tener un mapa de Ucrania, contextualizar un poco más y actualizar el libro, sabiendo que el conflicto, desgraciadamente, aún persiste.

Bueno...hay varias cuestiones que me gustaría resaltar del libro:

Por un lado, el trabajo del autor como reportero de guerra es impecable. Se acerca al día a día del conflicto ucraniano, relatando su parte más humana y a la vez más estremecedora.

Pero esa virtud, es a la vez su mayor defecto: pues olvida hacer una contextualización histórica de un conflicto que se remonta a casi un siglo.

La guerra es atroz, sea donde sea, y la única verdad absoluta es que los muertos los pone el pueblo.