La vida juega conmigo

Bueno, cómo reseñar esta novela: complicado. Estoy llena de sentimientos encontrados: fascinante, dura, dramática, asfixiante, sorprendentemente ágil. Como no podía ser menos, cuando te sientan en la butaca de un cine para visionar, tras subir el telón, todo un derroche de cosas por decir, encuentros incómodos que superar, reproches callados y heridas abiertas, con sólo tres protagonistas principales y únicas: una abuela, una madre y una hija. Todas son una, y una son todas.

Guili está escribiendo en un cuaderno, habla sobre su madre, su padre y su abuela. Nos cuenta cómo llegaron a embarcarse los cuatro en un viaje al pasado, al lugar de origen de la abuela Vera, para grabar una especie de documental sobre ella, y por ende, cómo nació y creció su hija, Nina, la persona que a fuerza mayor, reunió a los cuatro para acometer esta hazaña. Una situación que sacará sentimientos a la luz, reproches reprimidos y revolverá el vínculo entre ellos.

Grossman tiene una narrativa locuaz, inteligente. Los diálogos son el punto fuerte en esta novela de tres, casi cuatro. El autor sabe poner el dedo en la llaga y destapar lo que supura. La novela no tiene capítulos y está escrita en primera, segunda y en todas las formas personales habidas y por haber, por así decirlo, es un baile. al principio cuesta un poco cogerle el punto pero desde que logras situar el epicentro de este volcán, la narración vuela.

Es indudable lo bien que escribe este escritor, los recursos que utiliza. Pero ha sido, por el contenido, una lectura insufrible. de mitad hacia el final el drama se intensifica, se enreda, sangra y sufres con él, para terminar de una forma que te hace entender que es de esos libros que el punto está en el contenido, más que en el punto y final.

Me he quedado con un poco de miedo de seguir leyendo de Grossman. Nadar entre sus almas dolientes cuesta.

“Quiero llorar por mí, pero no lloro, nunca lloro, así que los dos permanecemos en silencio.
¿Qué va uno a decir cuando ya no hay remedio?” ~ La vida juega conmigo de David Grossman.

Tenía ganas de leer a David Grossman y escogí este libro en la biblioteca como podía haber escogido otro. La historia se centra en Vera y su hija Nina, su convulsa relación y los hechos que vivieron cuando Nina tenía seis años. Pero para llegar allí, el camino no es recto.

David nos presenta a Rafael, un joven que un día se enamora de la hija de la mujer con la que su padre se junta tras la muerte de su mujer. Esa chica es Nina. Nina que lo atrapa con todas sus fuerzas y el alma y el corazón de Rafael nunca será ya el mismo.

Sin embargo, Nina huye dejándole una niña que él educará y que años después se convierte en cineasta. Cuando Nina regresa para el 90 cumpleaños de Vera para saber qué ocurrió cuando ella era una niña, la vida de los cuatro se agita de arriba a abajo.

Una historia de amor de padres a hijos pero también de la relación con nuestra pareja, la relación que elegimos, cómo nuestras decisiones influyen en nuestros hijos por más justas que sean.

Grossman nos da, además, un paseo por los gulag femeninos de Yugoslavia y denuncia los malos tratos y abusos a los que se sometía a la población. Una forma de narrar un poco convulsa, que va dando vueltas en espiral hasta llegar al centro que el lector ya ha podido vislumbrar desde el comienzo pero que aún así no resta interés.

Una lectura grata sobre la fuerza del amor, la fidelidad y la traición; también sobre la capacidad de los totalitarismos para destruir vidas, individuales, familiares y colectivas. Una historia que empieza en Israel, va a Croacia y, luego se detiene en la antigua Yugoslavia del mariscal Tito para pasearse por las atrocidades del campo de reeducación de Goli Otok; en el viaje hecho por tres generaciones para afrontar su historia personal y continuar viviendo.