Bola ocho

Me acerqué a este libro con mucha curiosidad, ya que de la autora se dice que era discípula de Lucía Berlín, y que su escritura comparte mucho con la de la aclamada autora estadounidense.

Bola ocho consta de 8 relatos en los que Elizabeth Geoghegan parece querer explorar los problemas de la heterosexualidad en todas sus formas. Sus personajes se pierden por diferentes escenarios, en diferentes puntos geográficos, buscando afecto, amor, contacto o, simplemente, sexo. Estos personajes no tienen dirección, vagan sin un rumbo más allá que el de dejarse llevar por las relaciones de su alrededor. Su comportamiento es errático, pero de una manera un tanto irritante.

Quizás sea por esto que el libro se me ha hecho un poco pesado: los conflictos y las actitudes de los personajes se me hacían demasiado ajenas, demasiado inmaduras, demasiado superficiales. Ese tirar hacia delante sin rumbo, agarrándose a lo primero que pillan, ese dejarse llevar por las pulsiones sin meditar ni medio segundo, me ha parecido un panorama demasiado desolador, demasiado angustiante, demasiado ajeno.

Incluso en los relatos en los que parece haber conflictos más complejos, más allá de las relaciones amorosas/sexuales, esos conflictos acaban concluyendo siempre en algo que desemboca en ellas, o que parte de ellas, y creo que eso le resta brillo a los personajes, a sus decisiones y a sus historias. Aunque no hay ninguna duda del talento de la autora para la escritura, para mí la temática ha sido demasiado repetitiva. Me gustaría leer una novela suya, para ver cómo se desenvuelve en un texto más largo, con un desarrollo más amplio de los personajes, porque no dudo de que tenga talento para ello. Sin embargo, estos relatos no han sido para mí.

Agradezco a Masa Crítica, a Babelio y a la editorial Nórdica la oportunidad de leer a esta autora, y espero que podamos leer alguna novela suya en un futuro.

Tengo una opinión dividida con este libro. Es indudable la calidad literaria de Elizabeth Geoghegan. Me ha gustado muchísimo la manera de escribir de la autora, creo que será interesante volver a leerla, sobre todo si escribe una novela. Tiene una gran capacidad para trasladarte a los escenarios, una fluidez que engancha. Algunos de los relatos, como 'El Día de la Madre', mi favorito, me han hecho viajar, empatizar con la protagonista, querer saber más, enfadarme porque se termina.

También es cierto que he desconectado con algunos de sus relatos por las relaciones que tienen algunos de los protagonistas, como por ejemplo en el relato 'El Chico del Críquet'. Me ha parecido algo superfluo e incluso violento, donde parece que el amor o el deseo "lo puede todo".

En definitiva, nos encontramos ante un libro de relatos muy interesante que creo que vale la pena leer, a pesar de que hay algunos que no incluiría en este libro. Me atrevería a decir que son historias basadas en las propias vivencias de la escritora, donde el amor, la soledad y la desolación se repiten a lo largo del libro.

Por lo que he visto por redes sociales, no existe punto medio con este libro. Hay gente a la que le ha fascinado y otros a los que incluso han abandonado su lectura. Desgraciadamente me hallo entre el segundo grupo. No he abandonado la lectura, pero si que me ha costado bastante conectar con los diferentes personajes e historias que nos muestra la autora. Me ha dado rabia, ya que la portada y sinopsis me cautivó y fue la razón principal por la que me hice con él.
Se trata de un ejemplar compuesto por ocho relatos, siendo el último el que da nombre al libro, en los que son independientes historias unos de otros pero con temas relacionados en común en todos ellos.
A lo largo de los ocho relatos, conocemos a diversos protagonistas, la mayoría de ellos femeninos y de clase media, que los lleva a través de viajes con el fin de encontrarse con ellos mismos.
Se examinan temas como la soledad, el mal sexo, y la adicción a las drogas a través de historias vividas que dan paso a la pérdida de inocencia tras alcanzar la mayoría de edad. Dije mal sexo, ya que hay personajes que mantienen relaciones con hombres mediocres, enamorándose de la persona equivocada y anhelando el amor que todos deseamos. En realidad, los personajes viven historias cotidianas que hemos podido vivir muchos de nosotros. Este deseo por experimentar cosas nuevas llevan a algunos de los personajes a la propia auto destrucción.
Para mi gusto, a estos personajes le faltan fuerza y tener algo especial que hagan que te sientas parte de ellos. Quizás me ha llegado este libro en el tiempo equivocado y no he logrado conectar con él. Te invito a que descubras por ti mismo esta lectura, ya que esta reseña solo es una opinión personal, y como ya dije, he leido también opiniones muy positivas de este libro. Solamente agradecer a Babelio (Masa Crítica) y a Nórdica libros por haberme dado a conocer esta autora.
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Uno de los principales reclamos de este libro es que la autora, Elizabeth Geoghegan, es considerada discípula de Lucia Berlin. Yo aún no he tenido oportunidad de leer a esa última, así que no sé juzgar si la comparación es acertada, pero sí puedo dar mi opinión sobre Bola ocho más allá de los parecidos literarios... Y el veredicto es bastante tibio.

El libro lo componen ocho relatos y, como suele pasar, no todos convencen igual, aunque en este caso la diferencia de nivel es llamativa. Es decir, que algunos me han parecido infumables, mientras que otros los he encontrado francamente interesantes.

Los infumables son más breves, se centran en relaciones de pareja tóxicas, y podrían resumirse en "chicas se arrastran detrás de ejemplares particularmente deleznables del sexo masculino". El problema es que forman la primera mitad del libro, por lo que estuve a punto de abandonar la lectura.

Pero los tres últimos relatos se desmarcan de los anteriores tanto en extensión como en temática, en profundidad como en lirismo. Abordan el amor fraternal crispado por la drogadicción, la búsqueda de la identidad o la desesperanza de la pobreza. Exploramos diferentes escenarios que la autora conoce bien, como Roma, donde vive, o Boulder, donde estudió en la Universidad de Colorado. Los escenarios geográficos se entrelazan con temas como la nostalgia, la dependencia y la pérdida para crear microcosmos íntimos y contenidos.

Bola ocho es por tanto un libro desigual, y los relatos que lo componen no llegan a formar un todo cohesionando. Pero aquellos que merecen la pena, lo hacen con ganas.
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