Bola ocho de Elizabeth Geoghegan
Drishti se sintió liviana, como si las alas de todos aquellos murciélagos, al arrasarla, hubieran logrado, de algún modo, librarla de todo cuando había estado cargando hasta entonces. [...] La última franja de luz, de un color violeta, lucía sobre el horizonte. Los murciélagos de Pura Goa Lawah no se veían, pero ella sabía que seguían allí, en alguna parte, en lo alto...
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