Victoria no respondió. La sola mención del nombre del asesino hizo que se estremeciera; pero, como tantas otras veces, no estaba segura de si aquel escalofrío era producido por el miedo... o por el recuerdo de su voz, de su mirada, de su contacto.
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Victoria no respondió. La sola mención del nombre del asesino hizo que se estremeciera; pero, como tantas otras veces, no estaba segura de si aquel escalofrío era producido por el miedo... o por el recuerdo de su voz, de su mirada, de su contacto.
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–En cualquier caso –prosiguió su amigo–, he dejado de ser Alsan, príncipe de Vanissar. Eso se acabó para mí. Y, como mi nueva condición ya no me hace digno de seguir ostentando ese nombre y esa estirpe, he tenido que buscarme un nombre nuevo, un nombre de aquí, de la Tierra. Ahora... ahora me llamo Alexander.
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–Pase lo que pase, Jack, no olvides nunca que te quiero... con locura.
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Jack reflexionó sobre ello. El amor que Victoria sentía hacia ellos dos, hacia Jack y Christian, parecía haberse intensificado en aquel tiempo, afianzándose y haciéndose más sereno y seguro, pero también más fuerte. Lo notaba en sus ojos cuando la miraba.
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–Victoria ha tenido ayuda –le recordó Alexander. –Pero no pienso pedir a Christian que me ayude a ser dragón –cortó Jack, horrorizado. –No –concedió Alexander–. Sería muy raro. |
Y, por primera vez en toda su vida, se sintió completa.
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–Cómo no me di cuenta antes –murmuró–. Si os vi una vez así, cuando no erais más que unas criaturas recién nacidas, hace quince años... –¿Qué? –Victoria lo miró, confusa–. Shail, ¿de qué estás hablando? –Sentaos –dijo Shail, muy serio–. Tengo que contaros una cosa, ¿de acuerdo? |
–Dentro de poco cumpliré quince años –murmuró–. No sé si dentro de uno o dos días, porque he perdido un poco la noción del tiempo. Solo sé que este año, igual que el año pasado, el único regalo que quería era que volvieras... y pensaba que era un deseo imposible.
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–No será un cuerno de unicornio, ¿verdad? –No, qué cosas dices –replicó ella, horrorizada–. Es un colmillo de narval, un tipo de ballena que tiene un diente como ese. En la Edad Media, la gente comerciaba con ellos, los vendían haciéndolos pasar por cuernos de unicornio auténticos. |
–Me gustaría volver a ser tu mejor amigo, entonces –le dijo–. Si... todavía te interesa, claro.
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¿De qué nacionalidad es la autora?