-- ¿Cómo está, coronel? --le dijo al pasar. -- Aquí --contestó él--. Esperando que pase mi entierro. |
-- ¿Cómo está, coronel? --le dijo al pasar. -- Aquí --contestó él--. Esperando que pase mi entierro. |
"Ya esto me lo sé de memoria", gritaba Úrsula. "Es como si el tiempo diera vueltas en redondo y hubiéramos vuelto al principio".
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Cuando Úrsula se dio cuenta de que José Arcadio Segundo era gallero y Aureliano Segundo tocaba el acordeón en las fiestas ruidosas de su concubina, creyó enloquecer de confusión. Era como si en ambos se hubieran concentrado los defectos de la familia y ninguna de sus virtudes.
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Úrsula comprendió entonces que no lo tendría en casa por mucho tiempo. "Si no es la guerra --pensó-- solo puede ser la muerte". Fue una suposición tan nítida, tan convincente, que la identificó como un presagio.
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En el centro del círculo de tiza que sus edecanes trazaban dondequiera que el llegara, y en el cual solo él podía entrar, decidía con órdenes breves e inapelables el destino del mundo.
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En cierta ocasión en que el padre Nicanor llevó al castaño un tablero y una caja de fichas para invitarlo a jugar a las damas, José Arcadio Buendía no aceptó, según dijo, porque nunca pudo entender el sentido de una contienda entre dos adversarios que estaban de acuerdo en los principios. El padre Nicanor, que jamás había visto de ese modo el juego de damas, no pudo volverlo a jugar.
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Todavía no tenemos un muerto. Uno no es de ninguna parte mientras no tenga un muerto bajo la tierra.
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Úrsula preguntó por dónde se habían ido los gitanos. Siguió preguntando en el camino que le indicaron, y creyendo que todavía tenía tiempo de alcanzarlos, siguió alejándose de la aldea, hasta que tuvo conciencia de estar tan lejos que ya no quiso regresar.
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... el secreto de una buena vejez no es otra cosa que un pacto honrado con la soledad
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El mundo habrá acabado de joderse el día en que los hombres viajen en primera clase y la literatura en el vagón de carga.
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¿Con qué frase empieza esta novela?