Un hambre insaciable

Dorothy Daniels es la mejor crítica gastronómica de Nueva York. Si la pillas comiendo en tu restaurante tienes dos opciones: sentirte profundamente honrado o aterrorizado. Sus reseñas destacan por su conocimiento, inteligencia y precisión, pero de la misma forma que puede darte fama, también puede destruirte con tan solo un par de palabras.

Vive para la comida, pero otra de sus grandes pasiones es el sexo. Lo ama por encima de todas las cosas y con el paso de los años, ha aprendido a usarlo como herramienta para conseguir todo lo que desea. ¿Cómo si no iba a sobrevivir en un sector dominado por los hombres? Dorothy tiene la vida que siempre ha querido, pero debajo de esa fachada se esconde una perversión monstruosa de la que no puede escapar y que los dejará de piedra.

Impertinente, mordaz, narcisista… Dorothy transmite muchísimo rechazo. No se me ocurre ningún adjetivo calificativo positivo para definirla y ¿saben qué? Aun así, es un personaje que me ha encantado. Ella es consciente de todo lo malo que la corroe, pero lo asume y le encanta ser así. Adora sentirse superior a los demás.

Escrita en primera persona, con una prosa que representa a la perfección su personalidad, Dorothy nos narra desde la cárcel cómo fue su vida para que entendamos sus pecados. Sí, sí, han leído bien; entre rejas. Nos transporta a momentos de su infancia y adolescencia, cuando todavía vivía con sus padres, y recuerda con nostalgia la época en la que vivió en Italia, donde despertó a la bestia que es en la actualidad.

A medida que vas avanzando, la historia se vuelve cada vez más turbia, pero sin perder ese toque de sátira e ironía. Dorothy es una psicópata en toda regla y en ningún momento lo oculta. Quiere que nos quede claro y lo más surrealista es que la terminas admirando por lo calculadora e inteligente que es.

«Un hambre insaciable» es una novela oscura en la que el terror y el humor son un binomio indivisible. La autora es capaz de mantenerte en tensión durante dos minutos sin cesar y, de repente, sacarte una carcajada con la audacia de Dorothy. Este libro también tiene muchos momentos que te revuelven el estómago, pero dentro de toda esta vorágine psicótica la autora también da cabida a la crítica. El mundo en el que se mueve Dorothy es muy arrogante y superficial, no te puedes fiar ni de tu propia sombra y la aparición de las redes sociales provoca que cualquiera pueda hacerse llamar «foodie». Lujo, sexo, desenfreno, viajes, comida exquisita, mucho dinero... Dorothy es una auténtica sibarita y lleva un estilo de vida que muchos desean y es prácticamente inalcanzable.

Hacía tiempo que no me topaba con un personaje que me fascinara tanto y creo que gran parte del mérito lo tiene la traducción. Imagínense lo bien escrito que está este libro que me imaginaba a la perfección la entonación de Dorothy; esa forma de hablar tan soberbia, impertinente y afilada. Era como si su voz resonar a en mi cabeza. Sinceramente, brutal.

Creo que ha quedado clarísimo que lo recomiendo, ¿no? Necesito que más gente lo lea para comentarlo con alguien. Anímense, por favor.

Leer historias protagonizadas por psicópatas es toda una experiencia. Acompañarlos mientras relatan sus crímenes en primera persona es tan adictivo como profundamente perturbador. La narradora de la novela que les quiero recomendar lo sabe a la perfección, y a través de sus memorias descubriremos que de crítica gastronómica y “mujer fatal” a asesina caníbal puede haber solo un pequeño paso. Una decisión. (Y luego muchas más). Hoy les quiero recomendar Un hambre insaciable, de Chelsea G. Summers. Que nos llega con la traducción de Alberto Gª Marcos. Una novela que la autora Megan Abbott describe como: «Un cuento de hadas feminista oscuro y delirante. Mordazmente divertido y exuberantemente barroco, como American Psycho reescrito por Angela Carter. Irresistible».

«Lo que me llamó la prensa amarilla: “la MILF asesina”, la “crítica gastronómica carnicera”, la “ninfómana sangrienta”. No dieron ni una. Sabes lo justo sobre mí para estar lo bastante interesada en dejarte los cuartos y escucharme contar mi historia o, si eres una tacaña, para pillar un ejemplar de la biblioteca. Puede que creas que sabes, pero, créeme, no sabes nada».

El libro nos cuenta la historia de Dorothy Daniels, una reputada crítica gastronómica que en apariencia tenía una vida perfecta. Una existencia glamurosa en la que las buenas comidas y los amantes eran una constante. Una escritora de éxito con dos libros publicados y más de veinticinco años de experiencia a sus espaldas. Una soltera que disfrutaba tanto del sexo como de la alta cocina. Una mujer de cincuenta y un años que cuando empieza la novela nos confiesa que debajo de todo ese glamour hay más de un oscuro secreto. Que está en la cárcel porque es una asesina que clavó un picahielos en la yugular a su amante y fue tan descuidada como para que esta vez si la pillarán.

Porque aunque el asesinato que la hace terminar en la cárcel fue muy mediático y todo el mundo cree conocerla, será a través de esas memorias que se encuentra escribiendo en la cárcel en las que nos contará su historia completa. Desde su infancia aparentemente idílica en el campo, con una madre que cocinaba absolutamente todo en casa, (desde el pan, hasta su propia mantequilla, además de verduras directas de su huerto). Así como sus años en la universidad, donde coleccionaba amantes y secretos con los que destruirlos si se atrevían a divulgar las cosas que hacían juntos, así como la manera en la que terminó siendo crítica culinaria.

«Yo odiaba la sección de estilo. "Estilo" no significaba nada; es la parte de la revista dedicada a hacer que las lectoras se sientan mal consigo mismas sin necesidad... y después convencerlas de que la solución a su angustia existencial está en comprar las mismas cosas que las hacen sentir mal».

Nuestra narradora sabe que es una psicópata, y esa condición de mujer psicópata la hace una rareza, o como ella lo llama: el tigre blanco de los trastornos psicológicos humanos. Una persona a la que todos quieran estudiar porque se niegan a creer que las mujeres son capaces de ejercer la misma violencia que los hombres, solo que lo disimulan mejor. Dorothy disfruta de toda esa atención y lo usa a su favor incluso entre rejas.

Ir descubriendo la manera en la que terminó en la cárcel se vuelve adictivo. Ya sea que te está narrando un plato delicioso, sus viajes a Italia en los que se enamoró de su cocina y sus hombres, la manera en la que se llevó a la cama a sus muchos amantes, o cómo le clava un picahielos a su última víctima, la prosa de la autora es tan rica como carente de empatía. Su inteligencia le permitió asesinar en más de una ocasión y no ser capturada, así que desentrañar qué fue lo que logró que terminara entre rejas y que la llevó a acabar con sus otras víctimas es tan fascinante como inquietante. Porque tendremos detalles, muchos sangrientos detalles que no serán aptos para todos los paladares.

«Aprendí que ser mujer es algo tan prefabricado, maquinal, desangelado y miserablemente capitalista como una Big Mac. No importa que sea auténtica. Lo único que importa es que esté buena».

Summers no solo nos habla de cómo la sociedad nos construye como mujeres, con todas las expectativas y presiones, sino también hace crítica a todo el sistema que sustenta incluso la manera en que nos alimentamos. Como la pirámide de los alimentos la crearon para vendernos lo que las empresas quieren que comamos (aunque sean productos que nos enferman). Hay tanta crítica social entre las vísceras y la sangre que llevan las páginas que es casi imposible enumerar todos los temas que el libro refleja de manera tan mordaz.

A pesar de que Dorothy es la indiscutible protagonista, los personajes secundarios son tan interesantes que es imposible no querer saber más de ellos. Aunque muchos de ellos terminarán su existencia en un pato que nuestra narradora degustará con placer. Porque sí, nuestra protagonista no es solo una asesina, es una caníbal. Y la autora narra sus crímenes con tantos detalles que si son sensibles lo van a pasar mal. Eso sí, la narración es exquisita por más que te cuente qué órgano se llevó de cada víctima para luego preparar un plato gourmet.

«La vida está plagada de contradicciones y contenemos multitudes… En mi caso, de forma bastante literal, porque me las he comido».

Asesinatos, psicopatía, sexo, canibalismo, amistad… Un hambre insaciable, de Chelsea G. Summers es una novela tan afilada que corta. Esa narración en primera persona por una psicópata hace que sea imposible parar de leer, pese a que nunca sabes si tras la descripción de un plato perfecto, una escena anodina o una noche tórrida habrá una explosión de sangre y vísceras. Hay tanta crítica social, no solo a los roles de género, sino también al mundo de los “foodies” y de los influencers, o a cómo internet cambió incluso nuestra manera de relacionarnos con la comida al hacernos a todos críticos gastronómicos. Si están buscando un libro que los sorprenda y les horrorice a partes iguales tienen que darle una oportunidad.

¿Han leído Un hambre insaciable? ¿Les llama la atención?
Enlace: https://inthenevernever.blog..

Me pregunto hasta dónde se remonta la idea de que las mujeres solo matan por pura misericordia; si es fruto de los medios de comunicación que nos mantienen dentro del papel de ama de casa abnegada, no vaya a ser que se descubra que de vez en cuando tenemos ideas un tanto mezquinas y se nos desmonte el chiringuito. 

   Tenemos que hacer café, zumo y tostadas para el desayuno, llevar a los niños al colegio, hacer la compra, poner lavadoras. Dime tú en qué momento hacemos un hueco para quitar del medio a los que nos estorban.

   Nos presuponen lacias, sumisas, temerosas y hasta cortas de inteligencia. Si ya eran ellos los encargados de cazar mamuts, cómo no van a serlo también de reestablecer la armonía de nuestro mundo eliminando las piezas que no encajan.

   No te muevas, nena, yo me encargo.

   Y luego te encuentras con Dorothy, la mujer que encarna todo lo que te dijeron que no se podía ser. Y te cuenta su historia. Que es ficción, sí, lo sabemos todos. Pero te hace preguntarte cuántas mujeres habrá por ahí, cenando en restaurantes caros, metiéndole mano a un señoro por debajo de la mesa mientras piensa que es tan mono, pero taaaaaan mono, que se lo comería.