Se tiene miedo. Siempre en ese momento se tiene miedo. De todo. De nunca volver a ver esa tierra ingrata. Y ese cielo de momento, de olvidarlo.
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Se tiene miedo. Siempre en ese momento se tiene miedo. De todo. De nunca volver a ver esa tierra ingrata. Y ese cielo de momento, de olvidarlo.
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Ella alza los ojos hacia ese hombre. Entre lágrimas le mira una vez más. Dice: -Y mi amor habrás sido tú. -Sí. El único. De tu vida. |
-Hubiera querido poseerte. Pero ya no siento ningún deseo por ti. Estoy muerto por ti.
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-Estamos ante lo desconocido por entero el uno del otro, y eso también puede hablarse, y entenderse, la manera de callar, de mirar, también.
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-Ya no sé más que eso: ya no tengo deseo. Ya no tengo amor. Es maravilloso, increíble. -Como si no nos hubiéramos conocido nunca. -Sí, como si estuviéramos muertos desde hace mil años. |
Podría haberse dicho, sí, que él la había amado hasta el punto de perder la vida. Y que ahora ya no amaba sino el conocimiento estéril de ese amor, el que hacía sufrir.
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-Te adoro, no hay nada que hacer -sonríe-, incluso con el sufrimiento.
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-Lo que es verdad es que tengo ganas de estar sola, por una vez. Para pensar en ti y en mí. En lo que ha ocurrido. -Y también en nada. -Sí, y también en nada. |
Él está muy ensimismado, muy solo. Ellos están muy solos. Ya privados el uno del otro. Alejados ya. Silencio. |
Está solo en la ciudad, en la vida también. Con, en el corazón, el amor de esa niña que se irá, se alejará para siempre de él, de su cuerpo. Un duelo terrible [...]
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¿Cuál de los siguientes libros fue escrito por Gustave Flaubert?