Un mundo que agoniza

Siempre que utilicemos nuestros conocimientos para la satisfacción a corto plazo de nuestros deseos de confort, seguridad o poder, encontraremos, a plazo algo más largo, que estamos creando una nueva trampa de la que tendremos que librarnos antes o después.

A fuerza de degradar el lenguaje lo hemos inutilizado para entendernos.

La máquina, por un error de medida, ha venido a calentar el estómago del hombre pero ha enfriado su corazón.

El hombre puede perderse lo mismo por necesidad que por saturación.

A estas alturas, si queremos conservar la vida, hay que cambiarla.

¿No se nos habrán escapado de las manos las fuerzas que nosotros mismos desatamos y que creímos controlar un día?

La aspiración de todo hombres es elevar su rango, anteponerse, no tanto acrecentando su cultura y sus facultades como amedrentando a su adversario o debilitándolo.

Un pueblo sin literatura es un pueblo mudo.

La medicina, pese a sus esfuerzos, no ha conseguido cambiarnos por dentro; nos ha hecho más pero no mejores. Estamos más juntos, y aún lo estaremos más, pero no más próximos.

La medicina ha cumplido con su deber, pero al posponer la hora de nuestra muerte, viene a agravar, sin quererlo, los problemas de nuestra vida.