Recuerdo cuando cerré las tapas de Mujer de rojo sobre fondo gris. Qué bello librito. Qué lección de amor, de intenso amor que navega con el tiempo que fluye y que se transforma, pese al tiempo, en adoración, añoranza, dolor y pena.
Miguel Delibes, fallecido recientemente, ha sido un gran escritor. Escritor de escritura de tierra y cielo, de arena y ríos, tan unido a la Castilla que lo vio nacer y desarrollarse, como a la lengua española, que engalanaba con ese arte único de un costumbrismo seco, castellano, pero que llegaba al alma pues su intimidad se asociaba a las puertas cerradas, a la sombra durante el verano, al calor del brasero en una tarde de frío.
Mujer de rojo sobre fondo gris es un homenaje al amor, al suyo, perdido por las vueltas de la vida, por los recovecos de la Enfermedad, y que continúa latiendo, no importa el tiempo, los acontecimientos ni la propia naturaleza de la vida, que nos incita al cambio, con la misma fuerza que impulsó su nacimiento una vez. Es poco frecuente encontrar tanta pasión y tanta fidelidad en un hombre, y por lo tanto en una obra escrita. Y se me dirá que Dante aún está ahí para demostrarlo. Y aunque estoy bastante seguro que
Miguel Delibes jamás pensó en emular al admirado florentino, se me antoja que esta obrita, este homenaje al amor, tiene un peso específico muy similar, y rebota entre sus tapas la misma trascendencia, el mismo ardor y el mismo homenaje por la persona amada.
Envuelta en una prosa exquisita y fácil, cada página es un latido y cada párrafo un río de cariño que se llena de estuarios, de remansos agradables en los que recogerse y disfrutar. Disfrutar de una lectura enternecida, melancólica pero vital, que desgrana la vida de una mujer única por ser amada; que deslumbra al narrador y al lector con el mismo poder y la misma magia; y que la revive, la dibuja, la define y la trasciende con un candor y un ritmo único y profundo, consiguiendo que la eternidad de esa risa, el brillo de esos ojos, la gracia de esa figura, quede tatuada por siempre en el recuerdo, y la impregne, a ella, a esa mujer de rojo, de un brillo único que la hace resplandecer, eterna, en el gris constante del día a día.
Enlace:
https://juanramonvillanueva...