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"Déjame en paz", "Quiero estar sola", " no me molestes". Nunca sabes cuándo esas frases tan inocentes van a pesar sobre ti de la forma más abrumadora que existe. Con el tiempo, perdemos la cuenta de cuántas veces apartamos a la gente de nuestro lado sin realmente proponérselo. En ocasiones tan solo necesitas un minuto de paz, un instante de silencio para reconciliarte contigo misma y continuar tu vida. Te cabreas y le gritas a la gente que te deje en paz. Estás triste y le dices a la gente que quieres estar sola. Te despiertas de mal humor y le pides a la gente que no te moleste. Y ellos lo hacen. Te dejan sola. Y es entonces cuando tienes que luchar con tus demonios. El problema es que a veces nuestros demonios son más fuertes que nosotros mismos y extinguirlos no es tan fácil cuando estás sola. Pero, al fin y al cabo, es lo que has pedido. Pero un día, la semilla de la duda se planta en tu interior y día a día va creciendo mientras lo vas regando con tus propios pensamientos. " Si estoy sola, es por algo", " Se han marchado por un motivo", "No va a volver, con razón". Y de repente te encuentras rodeada de gente que ríe contigo, gente que cuenta contigo para sus planes, gente que canta contigo cuando estás borracha de fiesta, gente que liga contigo, gente que llora contigo. Y piensas que quizá no estás sola, porque ves que "la gente" y "contigo" van unidos de la mano a diario. Sí, esa gente está contigo. Hasta que les gritas que te dejen en paz, les dices que quieres estar sola o les pides que no te molesten. Y es ahí, cuando se marchan, cuando piensas que puede que sí estés sola. Porque quizá, y solo quizá, lo único que necesitas es decirle que se vaya...y que alguien se quede. + Leer más |