InicioMis librosAñadir libros
Descubrir
LibrosAutoresLectoresCríticasCitasListasTest
ISBN : 8466313052
368 páginas
Editorial: Punto de Lectura (30/11/-1)

Calificación promedio : 5/5 (sobre 1 calificaciones)
Resumen:
Aún no tenemos la descripción del editor en nuestra base de datos (contraportada)
Añadir la descripción del editor

También puedes contribuir a la descripción colectiva redactada por los miembros de Babelio.
Contribuir a la descripción colectiva
Comprar este libro en papel, epub, pdf en

Amazon ESAgapeaCasa del libro
Críticas, Reseñas y Opiniones (1) Añadir una crítica
Guille63
 21 March 2023
Cortázar es para mí un misterio maravilloso. Aunque me sitúo en el lado de acá desde donde observo conmovido su urgente necesidad de trascendencia, me acomodo tan deliciosamente a su ritmo, me fascinan tanto su tono, las palabras utilizadas como nunca nadie, esos finales de frases que no se rematan tan expresivamente, me emociona tanto su angustia, me enternece tanto su esfuerzo por encontrar en la vida esa rendija por la que poder penetrar en el otro lado, en ese paraíso en la tierra donde se desencadenará el coágulo y ya para siempre, donde se sabe sin saber, se llega sin haber partido, se elige sin renunciar, se es sin definir, que de una forma extraña y poderosa siento su llamado, el signo oscuro de su misma literatura, sin tener, ni querer, racionalizarla.

“Pensar era inútil, como desesperarse por recordar un sueño del que sólo se alcanzan las últimas hilachas al abrir los ojos; pensar era quizá destruir la tela todavía suspendida en algo como el reverso de la sensación, su latencia acaso repetible. Cerrar los ojos, abandonarse, flotar en una disponibilidad total, en una espera propicia. Inútil, siempre había sido inútil; de esas regiones cimerias se volvía más pobre, más lejos de sí mismo.”

Desde las primeras frases, Cortázar me convierte en cómplice leal en su lucha por encontrar ese nuevo orden donde el sentido, indecible e inabarcable, solo es accesible de forma oblicua, un sentido donde son imprecisos los límites y los significados no saben de diccionarios, en el que abundan las conexiones improbables y los azares son trascendentes. Y yo, que de cualquier modo soy incapaz de acompañarlo en su Creo porque es absurdo, acabo leyéndole como si a todo le encontrara un sentido más allá de lo comprensible, como si las palabras dichas y repetidas fueran algo más que moscas muertas, como si realmente pudiera hacerme una idea cabal de la ciudad de altas aceras.

“Lo que nos salva a todos es una vida tácita que poco tiene que ver con lo cotidiano o lo astronómico, una influencia espesa que lucha contra la fácil dispersión en cualquier conformismo o cualquier rebeldía más o menos gregarios, una catarata de tortugas que no termina nunca de hacer pie porque desciende con un movimiento retardado que apenas guarda relación con nuestras identidades de foto tres cuartos sobre fondo blanco e impresión dígito-pulgar derecho, la vida como algo ajeno pero que lo mismo hay que cuidar, el niño que le dejan a uno mientras la madre va a hacer una diligencia, la maceta con la begonia que regaremos dos veces por semana y por favor no me le eche más de un jarrito de agua, porque la pobre se me desmejora.”

Como las transgresiones espacio-temporales, como el propio lenguaje, la ciudad es un punto central de la novela. Una ciudad que es interior y exterior, sueño y alucinación y, sin embargo, más real que la realidad misma. Un lugar donde los sentimientos se forman y se transforman, donde residen los temores, se mueven las esperanzas, surgen los anhelos y se ejecutan las pesadillas, donde nunca se llega al sitio al que nos dirigimos porque andar es un verbo pasivo, donde siempre falta o sobra algo, donde los ascensores se mueven en cualquier dirección, donde se teje la suerte. Una ciudad de hoteles imposibles, surcada por el canal del norte en cuya orilla pasea una joven pareja expulsada de su futuro londinense por ese triángulo isósceles que culmina el llanto de Celia en un mundo de triángulos trágicos; con sus anchas galerías por las que se adentra Polanco pensando en su gorda acompañado de Calac, palíndromo enamorado; donde se puede coger un tranvía en busca de destino y ver a Héllène, tan Frau Marta tan condesa sangrienta tan sin vida, sentada al fondo con su paquetito sobre la falda. Una ciudad en la que Marrast se esconde tras un cuadro con tallo hermodactylus tuberosis para no notar la ausencia de Nicole que está en el Cluny hablando con su paredro sin acordarse de Juan ni de las pastillas, sin ver la sombra a su espalda; una ciudad en la que Juan, que muere y no muere, que le matan y no le matan, trastoca la magdalena de Proust en un bistec sangrante mientras Tell ríe como solamente ella.

“…muchas veces cuando ellos vuelven de la ciudad con la boca pastosa y los vagos terrores de la noche, acaban por sospechar que detrás de esos torpes, sucios itinerarios se ha estado escondiendo otra cosa, un cumplimiento, y que tal vez sea en la ciudad donde realmente va a ocurrir lo que aquí les parece abominable o imposible o never more.”

Un relato, este del 62, cuyo sentido ya queda reflejado en el propio lenguaje, palabras inventadas y/o contorsionadas incluidas, que empieza, cual cuadro de Escher en el que el personaje está dentro y fuera del relato, en un diálogo interior que es epílogo y prólogo de la historia, recuerdo y vaticinio al tiempo. Un relato donde prevalece la fobia a la costumbre y la hora de Greenwich, donde se aborrecen las emociones de 4 a 7, donde se dice sin contar porque “Contar, tú lo sabes, sería poner en orden como quien diseca pájaros”. Un relato tan exhaustivo a veces en los detalles y otras tan parco, etc, reivindicador de otra manera de entender los sentimientos sin que exista otra manera de entender los sentimientos, en el que es inútil la seriedad y la existencia oblonga de las cajas de bombones, donde se salta de un tranvía a un ascensor a una cama sin que la idea del suicidio se desarme del todo, donde remunan los petiforros y se amafan los croncos por las trefulgas y la vida se escapa por los agujeros sin que la escultura ni la pintura ni las noches en el Cluny ni la propia ciudad, tú sabes. Se huye de la conformidad, se busca el juego, la ceremonia, se evita el pase usted primero, se vierten las angustias, se respiran los anhelos, se observa el lado de acá desde el lado de allá y viceversas, se rechazan las certezas, se abren puertas, se trastocan los espacio y los tiempos, no hay lugar para la causalidad ni la casualidad y sí para la libertad y las miradas como gatas flacas.

En definitiva, que todos aquellos de ustedes que nunca leerán la novela me dan bastante lástima.
+ Leer más
Comentar  Me gusta         00
Videos de Julio Cortázar (36) Ver másAñadir vídeo
Vidéo de Julio Cortázar
¡Maratón de la lectura - Homenaje a Julio Cortázar! -Participan: Claudia Pineiro, Mauricio Kartún, Cristina Banegas, Gabriel Goity, Maria Marull, Paula Marull, Jorge Consiglio, Sylvia Iparraguirre, Liliana Heker, Rubén Szchumacher, Josefina Delgado, Federico Jeanmaire, Ingrid Pelicori, Marcelo Katz, Mónica Sporra y Miguel Gaya -Presenta: Alejandra Rodríguez Ballester -Organiza: Fundación El Libro
Libros más populares de la semana Ver más
Comprar este libro en papel, epub, pdf en

Amazon ESAgapeaCasa del libro