Todo quedó tranquilo en el avión. Cesó la conversación y los pensamientos de cada uno siguieron su curso. Al extremo del departamento, en el asiento número 12, la cabeza de madame Giselle se inclinó hacia delante. Hubiérase dicho que acababa de dormirse. Pero no dormía, ni hablaba ni pensaba. Madame Giselle estaba muerta... |