Pero el final era el mismo. Era un principio.
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Pero el final era el mismo. Era un principio.
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—¿Volveré a verla? —preguntó Siew Tsin—. ¿Me encontraré con Yonghua en mi próxima vida? —Escucha —dijo la señora Meng—. Volverás a nacer. Volverás a ser un bebé. Volverás a sonreír a tus padres. Sentirás el sol en la cara de nuevo. Serás joven otra vez. Todo lo que sabes, volverás a aprenderlo. Volverás a encontrar el amor. |
—Cuando era pequeña, solía soñar que caía —dijo. Su propia voz parecía venir de muy lejos—. Soñaba que caía del cielo, atravesando las nubes, durante mucho rato… Nunca llegaba a tocar el suelo. Cuando me despertaba, solía desear poder hacerlo de verdad sin hacerme daño.
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El sufrimiento purifica el alma. Eso era lo que las monjas le habían enseñado. Aunque las monjas ya se habían equivocado. Se puso la mano en el pecho, como si apretando pudiera sacarse el dolor del corazón.
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-Si saltas, no hace falta - explicó la señora Meng - El viento se lleva tus recuerdos. - ¿Volveré a verla? - preguntó Siew Tsin. - ¿Me encontraré con Yonghua en mi próxima vida? - Escucha - dijo la señora Meng - Volverás a nacer. Volverás a ser un bebé. Volverás a sonreír a tus padres. Sentirás el sol en la cara de nuevo. Serás joven otra vez. Todo lo que sabes, volverás a aprenderlo. Volverás a encontrar el amor. |
La muerte era extrañamente parecida a la vida.
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La llegada al infierno fue todo un impacto.
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Vivió su muerte, pasando desapercibida para su marido, el resto de la casa e incluso para sí misma. Hasta que apareció la novia de terracota. |
Los ojos eran como comas negras, sin rastro de blanco. No era humana. Nunca había estado viva.
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En el infierno, como en todas partes, el ser humano era su peor enemigo.
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¿Qué criaturas mágicas podemos encontrar en Gringotts, el banco de magos?