Yo la quería con ternura, con la misma ternura con la que ella me quería a mí.
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Yo la quería con ternura, con la misma ternura con la que ella me quería a mí.
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Es una pena que las alegrías de los hombres nunca se sepa dónde nos han de llevar, porque de saberlo no hay duda que algún disgusto que otros nos habríamos de ahorrar [...]
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[...] yo nunca me había atrevido a decirle ni una palabra de amores, me daba cierto miedo que me despreciase [...]
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Pesaroso estoy ahora de haber equivocado mi camino, pero ya ni pido perdón en esta vida. ¿Para qué?
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[...] a la gente no hay que creerla todo lo que cuenta -y aunque lo hubiera dicho... ¡Quién sabe lo que hubiera querido decir!
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Es una pena que las alegrías de los hombres nunca se sepa dónde nos han de llevar, porque de saberlo no hay duda que algún disgusto que otros nos habríamos de ahorrar; lo digo porque la velada en casa del Gallo acabó como el rosario de la aurora por eso de no sabernos ninguno parar a tiempo. La cosa fue bien sencilla, tan sencilla como siempre resultan ser las cosas que más vienen a complicarnos la vida.
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La lucha por la vida era muy dura y había que irse preparando para hacerla frente con las únicas armas con las que podíamos dominarla, con las armas de la inteligencia
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Se mata sin pensar, bien probado lo tengo; a veces, sin querer. Se odia intensamente, ferozmente, y se abre la navaja y con ella bien abierta se llega, descalzo, hasta la cama donde duerme el enemigo
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Yo, señor, no soy malo, aunque no me faltarían motivos para serlo
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Es un poema épico griego compuesto por 24 cantos, atribuido al poeta griego Homero. Narra la vuelta a casa, tras la guerra de Troya, del héroe griego Ulises