Tengo dieciocho años. Estoy genéticamente programada para discutir con mis padres.
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Tengo dieciocho años. Estoy genéticamente programada para discutir con mis padres.
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Para tu información, la carta y la llamada tienen propósitos muy distintos. El teléfono sirve para ponernos al día y explicarnos cosas más superficiales. En cambio, en las cartas escribo cosas que no siempre digo en voz alta.
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Cuando estás rodeada de gente a la que adoras, dar tu brazo a torcer, resignarte o darte por vencida no se percibe como un sacrificio. Hay personas por las que daría mi vida sin pensármelo dos veces.
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Puedes ser valiente sin dejar de ser femenina. Puedes dirigir un país y que te gusten las flores. Y, lo más importante, puedes ser reina y esposa.
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Se confirmaron mis sospechas; siempre había creído que el amor te volvía más vulnerable; por eso enamorarse era un terrible error.
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No creo que nadie sepa lo que busca hasta que lo encuentra.
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Pero, para mí, el fracaso significaba permitir que otra persona dirigiera mi vida.
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El amor podía desarmar las defensas de cualquiera, y eso no era algo que pudiera permitirme.
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La belleza es subjetiva. A veces el atractivo de una persona no se basa en su aspecto, sino en el modo en que te hace reír o en cómo es capaz de leerte la mente.
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Pero tu vida es tuya, privada y sagrada. Deberías compartirla con aquella persona que te haga sentir viva, que te haga sentir que cada segundo a su lado es maravilloso.
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