Y lo que pasan son los años. Y tú ahí dentro, tan dentro que no te encuentras. Entre capas y capas de desesperación, anhelos y olvidos. Entre recuerdos, gritos y llantos. No estás, aquí ya no queda nada de ti.
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Y lo que pasan son los años. Y tú ahí dentro, tan dentro que no te encuentras. Entre capas y capas de desesperación, anhelos y olvidos. Entre recuerdos, gritos y llantos. No estás, aquí ya no queda nada de ti.
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Dejar tu dolor en manos de alguien es el mayor acto de amor que existe. El placer se entrega fácilmente, a cualquier persona, en cualquier momento, pero el dolor... Eso cuesta, por eso acabas amando a quien se lo ofreces.
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Malas decisiones y soledades que como para no iluminarme con tanta mierda junta.
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Evolucionamos. Y ahora nos toca ser unas zorras.
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No tengo ni puta idea de a dónde voy. Lo que sí que tengo claro es dónde estoy. Estoy en mi vida.
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—Las rupturas son dolorosas, tía. Crean un vacío que antes no existía y sientes que nada puede tapar ese agujero... (...) ...pero al final te das cuenta de que tú eres suficiente para cubrirlo. E incluso te sobra para ofrecer y regalar. Ahora no lo ves, es normal, pero esto es una oportunidad. La oportunidad de volver a encontrarte. De saber dónde estás, quién eres y qué quieres de ti.
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«La vida está hecha para los valientes.» ¿Soy una persona valiente? No lo sé. ¿Cómo se mide la valentía?
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Es mucho más fácil vender frases que se compran rápido antes que enfrentarse a la realidad.
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¿En qué momento la motivación pasa a ser estupidez? Nos venden siempre la misma historia: «Si crees en ello, lo conseguirás», «Si quieres, puedes». Pero nadie te dice lo que hay detrás. Trabajo, esfuerzo, superación. Arriesgar, pelear, luchar. Quién quiere escuchar eso. Nadie. Es mucho más fácil vender frases que se compran rápido antes que enfrentarse a la realidad.
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Escribir, dejar que las letras salgan, se peleen entre ellas, fluyan impresas en unas hojas de papel mal encajadas. En las letras encuentro la palabra y en la palabra, el camino. Odio escribir casi tanto como lo amo. Una relación de esas que acaban en portazo, pero que minutos más tarde... toc, toc. Vuelves a escribir, dejas entrar. No sabría vivir sin eso, el mayor de mis vicios, de mis desperdicios. Lo que soy, lo que dije ser, lo que un día fui y lo que nunca seré están aquí, bajo una remota posibilidad de existencia en una realidad paralela maquetada con pegamento y papel. Y vuelvo a empezar, cargada de ficción, de posibilidades, de oportunidades. Ese portazo, el mismo final ya conocido. No sé cuándo fue la primera vez que conecté con la escritura. Tampoco sé cuándo será la última. Pero qué más da si lo que hay, si lo que es, lo tengo a un clic de mis dedos.
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El retrato de Dorian Gray