Las cosas cambian, dice. No sé cómo. Pero cambian Sin que uno se dé cuenta o lo desee.
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Las cosas cambian, dice. No sé cómo. Pero cambian Sin que uno se dé cuenta o lo desee.
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Terri siguió sentada. No se levantó ni trajo nada. Mel volcó su vaso. Lo derramó sobre la mesa. —Se acabó la ginebra —anunció. —¿Y ahora qué? —dijo Terri. Oía los latidos de mi corazón. Oía el corazón de los demás. Oía el ruido humano que hacíamos allí sentados, sin movernos, ninguno lo más mínimo, ni siquiera cuando la cocina quedó a oscuras. |
Gregorio Samsa es un ...