Nos pasamos el día (más por estos lares) hablando del poder de la palabra. Lo tiene, por supuesto. A veces creo que no somos conscientes de su verdadero poder. Pero Ellen sí lo es. Porque ella deseó que su padre muriera; se lo pidió a Dios demasiadas veces. Hasta que sucedió. Y lo que en principio debería haber supuesto un alivio se convirtió en oscuridad. Un abismo en el que la luz no tiene permitida la entrada, una habitación tras otra que se van cerrando para que cada miembro de su nueva familia lidie con lo suyo a su manera. La forma que ha elegido Ellen es el silencio. ¿Qué más puede decir que no haya dicho ya? ¿Y si dice algo de lo que pueda arrepentirse? ¿Y si eso también se cumple? Mejor será callar. Permitir que la luz exista al margen de esa niña que se fue para siempre y que no sabe cómo avanzar. Ni siquiera si desea hacerlo. Callar y callar hasta llegar al día en el que la primera sombra se insinuó en el horizonte. Esa sombra que vino a eclipsar a su familia de luz. |