Siento el pavor de la belleza; ¿quién se atreverá a condenarme si esta gran luna de mi soledad me perdona?
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Siento el pavor de la belleza; ¿quién se atreverá a condenarme si esta gran luna de mi soledad me perdona?
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Ya toda vida, por humilde que sea, puede pisar su nada y su noche. Y Dios lo habrá olvidado y es menos una injuria que una piedad demorar su infinita disolución con limosnas de odio. |
En el espejo de esta noche alcanzo mi insospechado rostro eterno. El círculo se va a cerrar. Yo aguardo que así sea. Pisan mis pies la sombra de las lanzas que me buscan. Las befas de mi muerte, los jinetes, las crines, los caballos se ciernen sobre mí... Ya el primer golpe, ya el duro hierro que me raja el pecho, el íntimo cuchillo en la garganta. |
La noche es una fiesta larga y sola. En mi secreto corazón yo me justifico y ensalzo. He atestiguado el mundo; he confesado la rareza del mundo. |
Ya muerto, ya de pie, ya inmortal, ya fantasma, se presentó al infierno que Dios le había marcado, y a sus órdenes iban, rotas y desangradas, las ánimas en pena e hombres y de caballos. |
[...] mundo que se deforma y que se apaga en una pálida ceniza vaga que se parece al sueño y al olvido. |
[...] esa inmortalidad infatigable que anonada con silenciosa culpa las razas y en cuya herida siempre abierta que el último dios habrá de restañar el último día, cabe toda la sangre derramada. |
Hoy el olvido borra su censo de muertes, porque son venales las muertes si las pensamos como parte del Tiempo [...] |
Marinero en tierra