El joven, ante el libro, se impone una disciplina precisa y lo hace en pos de un conocimiento preciso; a mis años, toda empresa es una aventura que linda con la noche. |
El joven, ante el libro, se impone una disciplina precisa y lo hace en pos de un conocimiento preciso; a mis años, toda empresa es una aventura que linda con la noche. |
Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo. Ya el cántaro se quiebra sobre la fuente, ya el hombre se levanta a la voz del ave, ya se han oscurecido los que miran por las ventanas, pero la sombra no ha traído la paz. Es, ya lo sé, el amor: la ansiedad y el alivio de oír tu voz, la espera y la memoria, el horror de vivir en lo sucesivo. |
[...] El reflejo de tu cara ya es otro en el espejo y el día es un dudoso laberinto. Somos los que se van. La numerosa nube que se deshace en el poniente es nuestra imagen. Incesantemente la rosa se convierte en otra rosa. Eres nube, eres mar, eres olvido. Eres también aquello que has perdido. |
[...] le fue dado el amor, cosa terrible. Le fue dado saber que entre las bellas mujeres de la tierra solo hay una [...] |
Antes que el sueño -o el terror- tejiera mitologías y cosmogonías, antes que el tiempo se acuña en días, el mar, el siempre mar, ya estaba y era. ¿Quién es el mar? ¿Quién es aquel violento y antiguo ser que roe los pilares de la tierra y es uno de muchos mares y abismo y resplandor y azar y viento? Quien lo mira lo ve por vez primera, siempre. Con el asombro que las cosas elementales dejan, las hermosas tardes, la luna, el fuego de una hoguera. ¿Quién es el mar, quién soy? Lo sabré el día ulterior que sucede a la agonía. |
Sabe que no es un dios y que es un hombre que muere con el día. No le importa. |
Es el amor. Tendré que ocultarme o que huir. Crecen los muros de su cárcel, como en un sueño atroz. La hermosa máscara ha cambiado, pero como siempre es la única. |
Le fue dado el lenguaje, esa mentira, le fue dada la carne, que es arcilla, le fue dada la obscena pesadilla y en el cristal del otro, el que nos mira. |
Al olvido, a las cosas del olvido, acabo de erigir este monumento, sin duda menos perdurable que el bronce y que se confunde con ellas. |
Y la ciudad, ahora, es como un plano de mis humillaciones y fracasos; desde esa puerta he visto los ocasos y ante ese mármol he aguardado en vano. Aquí el incierto ayer y el hoy distinto me han deparado los comunes casos de toda suerte humana; aquí mis pasos urden su incalculable laberinto. Aquí la tarde cenicienta espera el fruto que le debe la mañana; aquí mi sombra en la no menos vana sombra final se perderá, ligera. No nos une el amor sino el espanto; será por eso que la quiero tanto. |
Marinero en tierra